El 72 por ciento de los menorquines en paro de larga duración, esto es más de un año sin trabajar, son mayores de 45 años, un colectivo castigado por el desempleo. Si alguien que se esfuerza en formarse, en completar unos estudios, en especializarse mínimamente, en aprender idiomas, pongamos que puede estabilizarse y encontrar un empleo acorde con sus necesidades y expectativas pasados los 25 años o más bien cerca de los 30, ¿cómo puede ser que 15 o 20 años después, por un despido o un cierre, pueda encontrarse sin oportunidades, desechado? Corta vida la de un empleado en este mercado de usar y tirar, en el que se demanda experiencia pero ésta luego no es valorada en su justa medida. Y es que llegada a una edad, la flexibilidad, no en ganas y capacidad de aprender sino en asuntos como las cargas familiares o la movilidad, se ve reducida; la autoestima también queda dañada al mirar atrás, a las generaciones que vienen, y hacia delante, a una lejana jubilación que, y ahí está la paradoja, no te dejan alcanzar hasta los 67 y subiendo, porque los nacidos a partir de 1960 necesitarán 37 años cotizados para cobrar el cien por cien de la pensión (si es que queda algo que cobrar). Son muchos años de cotización, más complicados aún de alcanzar en economías estacionales como la balear, para los tiempos inestables que corren. Algo en la ecuación de la vida laboral no cuadra. Experiencia y formación sí, pero madurez no. ¿Es posible acumular años de conocimientos sin que pase el tiempo, deteniendo el reloj?
Vía libre
En el precipicio
07/11/17 19:54
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