Acérquense sin miedo a este artículo queridos lectores. Hay tanta desinformación, saturación y manipulación interesada sobre el tema de Catalunya que es imposible meter una nueva reflexión. Además en cuanto alguien abre la boca para salirse de uno de los bandos le cosen a collejas por todos los lados. Este hecho unido a que la opinión que modestamente pueda verter sobre el tema no aportaría una mierda, y a que las banderitas impiden cualquier razonamiento, no pienso decir ni una palabra más sobre este asunto.
Y ahora que todos los focos, intencionadamente, apuntan en la misma dirección, me acuerdo de cuando ante cualquier crítica, o reivindicación, los que ostentan el poder respondían con un ETA, o una Venezuela. Sin perder de vista la gran respuesta comodín que tienen para todo, un enérgico «yo soy español, español, español».
Que alguien sacaba un nuevo caso de corrupción, el enésimo, pues se le decía etarra, chavista, o antipatriota y tira milla. Que alguien mencionaba que los recortes en sanidad, educación, servicios sociales e investigación, eran, son, un genocidio silencioso, pues se le llamaba filoetarra, o antisistema. Que alguien mencionaba que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres y que la fauna política miente más que habla, pues pulserita de colores en la muñeca y todos a corear a pleno pulmón un fuerte español, español, español.
Como en un acto mágico e inexplicable, el desahuciado, el trabajador, el pobre, ya no pelearan contra el corrupto, el especulador, el poderoso, porque todos somos españoles, y eso está por encima de explotadores y explotados, por encima de maltratadores y maltratados, por encima de ladrones y de esquilmados. Ya no hay arriba ni abajo, ya no hay republicanos ni monárquicos, ya no hay señoritos ni jornaleros, ya no hay jefes ni trabajadores, ya no hay desigualdad, ni hambre, ni injusticia contra la que luchar porque todos somos españoles. Repitan conmigo español, español, español. No lo ven todo ahora mucho más claro, más nítido. Dicen incluso que si lo repites muy fuerte enfrente de una bandera gigante empiezan a llover billetes de 500 euros que regresan de Suiza y se reparten por toda la población sin distinguir al pueblo, de los que pisan al pueblo.
Y salen gritando a las calles los desahuciados, las mujeres maltratadas, los niños desnutridos, los enfermos sin atención, los inmigrantes sin derechos, los disidentes perseguidos, los ancianos abandonados, las personas con discapacidad sin recursos, los autónomos machacados, los trabajadores explotados, las feministas perseguidas, los periodistas despedidos con su ética bajo el brazo, los ecologistas desacreditados, los pobres, los muy pobres, todos en una sola voz, como en una epifanía sobrenatural: «somos españoles, españoles, españoles». Y el exorcismo estará hecho, y la maldad huirá fuera de nuestras fronteras, será un éxtasis orgásmico e irrepetible.
Y así gira el mundo entre los distraídos con las cortinas de humo de los maquiavélicos poderosos, y los supervivientes exhaustos que siguen peleando por llegar al final de cada día. ¡Joder!, con perdón, ahora que caigo, si todo este rollo lo cambias por un jo sóc català, català, català, igual nos sale algo parecido. Vaya, he faltado de nuevo a mi palabra y me he metido en un lio tremendo por bocazas. Creo que voy a recibir una fuerte lluvia de collejas, bien merecidas, que vendrán por todos los lados. Sea como fuere, feliz jueves, feliç dijous.
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