Europa nos llama al orden en muchos asuntos y gracias a ello hemos avanzado poquito a poco. Todavía enterramos en fosas las aguas sucias y producimos energía con combustibles muy contaminantes. Cuando nos han llamado la atención hemos pedido moratorias bajo el tópico y endeble argumento de que somos especiales, burda excusa de remolones.
Ahora se celebra la semana europea de la movilidad, que comenzó como un día sin coches para dar una tregua, unas horas al menos, a la contaminación en la grandes urbes. Del gesto se ha pasado a campañas que siembren un poco más de sensibilidad en el transporte sostenible.
En ese loable afán ha aparecido la promoción institucional del coche eléctrico, que contamina indirectamente y, si de verdad se aplicaran políticas de energías renovables, la contaminación sería cero. Cada vez que aparece una mención del parque solar de Son Salomó -prácticamente cada día- es con alguna voz en contra y en Milà los cuatro molinillos que hace más de una década supusieron un avance hoy son ejemplo de vergüenza e ineficacia política, el 50 por ciento lleva meses fuera de servicio, uno, más de un año.
Los responsables de arreglarlo andan estos días vendiendo el mensaje de la movilidad sostenible, el coche con enchufe, que no se vende porque es caro y al consumidor no le sale a cuenta. El último plan Movea del Gobierno con ayudas para la compra de estos vehículos se activó el 4 de agosto y se agotó en 48 horas. Entre enero y agosto se han vendido en España 4.384 unidades, un 50 por ciento más que el año pasado, dato que revela que conciencia sobra, lo que falta es ayuda financiera.
El primer govern Antich (1999-2003) tuvo un conseller, Príam Villalonga, que subvencionaba la compra de electrodomésticos más eficientes (clase A). El camino está marcado.