Adiós agosto, adiós. Hoy se acaba el mes que cogió su nombre del emperador romano Octavio Augusto y que es el periodo vacacional por excelencia. El mes en el que algunos han hecho caja, hicieron su agosto, otros se lo han pasado tirados a la bartola bajo un sol que ha pegado inmisericorde, y otros se lo han pasado currando un huevo para que no les faltara de nada a los que estaban tirados a la bartola. Aquí en nuestra Menorca el viento del Este, de Llevant, ha estado cansino como nunca. Humedad pegajosa que solo se fue con las dos tramontanitas que nos regalo Eolo, dios del viento, para que no muriéramos con la camiseta empapada, que daba muy mala imagen para el turismo.
Bye, bye august. Vuelta a las rutinas. Días donde se publican artículos sesudos donde nos ofrecen estrategias para un soft landing, para un aterrizaje, regreso, suave, pero dicho en ingles queda más pijo, más idiota, y así lo venden mejor. También veremos la versión para pobres, es decir, los consejos al estilo revista «Pronto» que nos indican lo que debemos hacer para no cogernos una depresión posvacacional, tamaño Monte Toro, cuando le tengamos que ver de nuevo el careto al jefe. Ríanse por la comparación, pero el otro día un niño pequeño de Sant Lluís puso al mismo nivel el Everest y Monte Toro como montañas enormes, algunos pensaran que es desconocimiento geográfico, yo lo quiero ver como un acto de amor poético a su isla, ahí lo dejo.
Addio agosto, arrivederci. Queda nada para la vuelta al cole, para que las familias se gasten pasta gansa en una Educación que cada vez está más cara. Y si hablamos de la universidad preparen las nominas amigos míos, porque nos van a sacar los ojos y el riñón. Para los menorquines es aun más difícil, mantener a los vástagos fuera de la Isla supone un chorreo de dinero indecente, y no todos somos tesoreros de partidos políticos que mueven dinero en B con alegría y desparpajo. Para colmo se retira Ryanair de la ruta con Barcelona, problema crónico el del trasporte aéreo a pesar de la ayudita canaria.
Au revoir, août, au revoir. Lo que no se va del verano ni a tiros, queridos lectores, es la lorza veraniega. Ese michelín en principio amable y cariñoso que tapa ligeramente la goma del bañador, pero que de la noche a la mañana se convierte en una autentica lorza adiposa que impide que nos metamos los vaqueros que nos entraban en mayo. Así que carreras a los gimnasios para apuntarnos a todo, y a los herbolarios para comprar productos mágicos de esos que te comes y adelgazas, al menos el bolsillo.
Auf Wiedersehen, August, auf Wiedersehen. La isla se vacía ligeramente, un respiro necesario. Estamos en pre alerta de sequia y de momento la lluvia no aparece. O el cielo nos bendice con unos buenos chaparrones, o habrá que pedir más cerveza para pasar el mal trago, y que se joda la lorza.
Adéu agost, adéu. Los peninsulares regresan a casa. Me gusta la división que hace mi amigo Toni de la humanidad, menorquines y peninsulares. Entre los peninsulares no hace discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, u opinión, clava el artículo 14 de la Constitución. Tiene una filosofía de vida que le convierte en el mayor amante de su tierra, y al mismo tiempo en un genio resolviendo conflictos ajenos: no os peléis entre vosotros, al fin y al cabo, desde Cádiz hasta Oslo, sois todos peninsulares. En estos tiempos de tanta banderita por todos los lados, no vendría mal un poco de Toni, un mucho de empatía y una buena Tramontana. Feliz jueves.
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