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Las personas nos movemos por nuestros pequeños o grandes objetivos y libramos revoluciones a pequeña escala. Una de esas está en marcha en las zonas de Cap d'en Font y Binisafúller en Sant Lluís. El motivo, la ampliación del recorrido del mini-tren turístico que sale desde Punta Prima y antes moría en Binibèquer Vell, y que ahora el Ayuntamiento, sí o sí, quiere hacer llegar hasta el cabo completando el circuito. A priori la oposición vecinal parece exagerada, no es un cementerio nuclear sino un minibús camuflado de trenecillo que circula a un máximo de 25 kilómetros por hora. Eso sí, es un engorro, romperá su tranquilidad, entorpecerá el tráfico y el pitidito alegre anunciando su paso sacará de sus casillas a más de uno. Lo dicho, una queja que suena egoísta pero ellos dirán que el que quiera tren que lo ponga delante de su casa, así suele pasar cuando el interés general –que en este caso está por demostrar-, choca con el particular. A mí más que su lentitud o el chuchuá creo que me incomodarían las miradas de los pasajeros, en plan safari park, mientras saco la basura; cuestión de sensibilidades. En el otro lado está el empeño municipal en alargar el recorrido. Pueden decir que a los turistas les gustará ver la puesta de sol desde Cap d'en Font pero no he oído argumento más peregrino que el del transporte público. Ni el trenecito en cuestión es barato, ni su función es conectar con el pueblo, ni tiene nada qué ver con la mejora de la movilidad para los residentes, porque precisamente es turístico. Ignoro si hay más motivaciones para el proyecto, pero lo que seguro no ha habido es comunicación con los vecinos, la participación y el consenso, palabras de la propaganda política cuando se aproximan elecciones.