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Supongo que a esto también le llaman paz. Una paz erizada de amenazas. Los Estados Unidos han elegido a un presidente muy jocoso, que no tiene pelos en la lengua, ni en el twitter, alguien a quien ni siquiera hace falta nombrar para que todo el mundo le reconozca. Pero se llama Donald Trump y está siempre en el candelero, generando noticia inquietante tras noticia inquietante. Sin embargo, los americanos dicen que quien no entiende su elección es que no conoce la América profunda, la que no se arremolina en las ciudades, sino en los parajes despoblados o desérticos de ese inmenso país. Es ahí donde reside el americano tradicional. Anclado todavía en las películas del Oeste, también llamadas westerns.

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Dos pistolas para Trump y a recorrer el mundo. Su oponente podría ser Putin, que tiene cara de ladino, de esconder un as en la manga, y que está acostumbrado a tratar con el general invierno, que derrotó a Napoleón y a Hitler. Pero existe otro oponente destacado, Kim Jong Un, de Corea del Norte, que sonríe más y mejor que Trump, aunque no sabemos quién será el último en sonreír. Con ese pueden desafiarse a ver quién tiene la bomba más grande, o el misil más largo, y sin embargo no se acuerdan de retarse a quién escribe el mejor libro. Los libros están llorando, no tanto por la aparición del sistema del libro electrónico como por la expansión del virus WannaCry, que significa eso, 'Quiero Llorar', ante un panorama tan incierto como que se pueda ganar una guerra mundial sin una sola detonación, simplemente con la propagación de un sofisticado ataque cibernético. Mientras tanto, en Siria planea la muerte generalizada, ya sea por efecto de las bombas o por ejecución, y Bashar al Ásad tiene una de las piezas claves del complicado tablero de ajedrez del mundo actual. En Méjico mientras tanto se han producido 374 feminicidios en una década y en España manda un político con el pelo de un color y la barba de otro que no sabe ni contesta, mientras los catalanes siguen clamando por su independencia. Ya digo, supongo que a esto también le llaman paz.

Es que me acuerdo mucho de cuando era pequeño. A menudo oía esta frase: Avam, quan mai Espanya havia tingut tanta pau? Entonces no entendía nada, no sabía que la paz era producto de una guerra que había dejado el país en tensión para cuando llegara la democracia, a la que iba a seguir esto de ahora mismo. Supongo que en el ámbito mundial, salpicado de guerras, ocurre tres cuartos de lo mismo, y a esto le llaman paz.