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Una comunicación interna de la Policía Nacional de Maó, transmitida a la Guardia Civil y a la Policía Local con imágenes del presunto autor del robo de varios coches y otros delitos en Menorca en las dos últimas semanas ha acabado siendo determinante para su detención el pasado martes. Ello ha sido posible gracias a la colaboración ciudadana que conoció su rostro en la red y en los medios de comunicación. Esta filtración desautorizada motivó un revuelo en las comisarías en busca del culpable de la indiscreción, pero al final ha resultado decisiva para dar con él y ponerlo ante el juez.

Toda investigación policial, cualquier proceso que persiga una detención o el esclarecimiento de un hecho delictivo tiene que estar forzosamente asociado a la discreción. Se trata de ir avanzando en las pesquisas e investigaciones sin que una revelación hecha pública interfiera en el trabajo de los profesionales hasta entorpecerlo.

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Bajo esa consideración resulta comprensible el hermetismo al que se aferran algunas fuentes oficiales -no todas- en el momento de servir información al medio transmisor cuya función es esa, publicar lo que no se quiere que se publique sin esperar a que el gabinete de turno exponga la nota de prensa cuando lo estime más oportuno.

Sin embargo ese retraimiento precisa de una cierta cintura, una pizca de flexibilidad que se hace más necesaria en determinadas situaciones para satisfacer el interés de la gente ante un caso de especial relevancia o bien porque haya generado alarma social.

Proporcionar algún detalle sobre una investigación o dar explicaciones más completas puede tener consecuencias positivas. Por un lado permite a la opinión pública conocer y valorar el trabajo realizado por las fuerzas del orden, y por otro quizás colaborar en la resolución de un caso. Al francés lo delataron personas que vieron su fotografía en los medios.