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Han tardado años hasta que se han decidido a meter en la cárcel a Jordi Pujol Ferrusola, el primogénito de la numerosa familia a la que ya llaman «el clan».

Tampoco hace falta tener una inteligencia superior y además entrenada en asuntos de corrupción, imputados o como quieren que les digamos ahora, investigados, como si el eufemismo fuera un bálsamo lingue que viniera a descargar o dulcificar las chorizadas a saco que en este país nuestro se curran algunos.

¿Queda alguien en España tan inocente, que se pueda creer que la familia Pujol señalados como presuntos corruptos no ha desbrozado la trocha por donde transitaban sus presuntos manejos en la obscena industria de ir amontonando millones de cualquier detalle que les pudiera incriminar? Ser un chorizo es una cosa y ser tonto de baba es otra. El hecho de que presuntamente hayan trincado lo que en puridad aún se ignora, no les convierte en lelos, en descuidados, en ignorantes, más bien todo lo contrario. La práctica en todo oficio es un grado, y ser corrupto es una actividad a la que no pocos le han o le están dedicando todo el tiempo y echando mano de la mejor tecnología financiera para poner a buen recaudo los cuantiosos botines obtenidos.

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No podrá nunca decir el clan Pujol,que jueces y fiscales no les ha dado ese generoso plus del tiempo tan de agradecer a la hora de destruir todas las pruebas posibles.

Al final, un primer Pujol ha ido a rumiar su presumible destino a Soto del Real, que miren ustedes, no sé yo que tendrá esa cárcel, que todo presunto que se precie, sobre todo si es de pata negra va a dar con sus huesos allí. Antaño, la joya de las cárceles españolas donde iba lo más florido de nuestra delincuencia, algunos dicen manzanas podridas, era Alcalá-Meco. Ogaño la primacía donde va la crem de la delincuencia, sobre todo de posibles chorizos a espera de confirman su categoría de delincuentes es a Soto del Real, y allí muy alejados de cárceles catalanas, han llevado al primer Pujol, donde podrá ir a la biblioteca, pongo por caso, que le atenderá gustoso otro ilustre de la delincuencia contemporánea: Mario Conde, bibliotecario de esta mazmorra madrileña ¡Ahí es nada! Dicen que algo tiene el agua cuando la bendicen, pues esta cárcel no sé si está bendecida o no, pero algo debe de tener, si no, no se explica. Fíjense en la siguiente anécdota: un interno también de chanchullos de altos vuelos, o sea un pata negra, al segundo día de estar en esta prisión, se quejaba el presunto delincuente porque no le habían hecho la cama.

Ustedes se imaginan un Díaz Ferrán, los hermanos González, Granados, Mario Conde, Luis Pineda, Francisco Correa y han estado también por allí Miguel Blesa y un tal Bárcenas, que les sonará, un repóquer de ases canela fina. Por si faltaba alguien, ahora tienen también a un Pujol. Un castizo malpensado me decía el otro día «lo mejor de cada casa» sí señor mire usted, y eso que no están todos los que son.