Es difícil, por no decir imposible, que los grupos más conservadores de la derecha, la Iglesia y el activismo feminista coincidan en algo, pero ahora es así por su rechazo al espinoso asunto de los vientres de alquiler; o la gestación subrogada, este último el eufemismo que quita hierro al asunto de que prestes tu útero por dinero para formar y luego parir una criatura. Entregarla a otras personas que no pueden tener hijos y que deciden pagar para preservar su carga genética antes que adoptar a niños que ya están en este mundo (¿no debería ser una prioridad promover y agilizar las acogidas y adopciones?), nada que se pueda criticar sin conocer las razones en cada caso, pero que sin duda está generando un negocio en torno a la reproducción. Se banaliza lo que supone para el cuerpo de la mujer un embarazo y un parto, los riesgos, las probabilidades de que algo salga mal, de que su salud se resienta. Y eso dejando a un lado todas las consideraciones éticas, morales y religiosas.
Vía libre
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09/05/17 0:00
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