Hay situaciones que dan una pereza tremenda. Que algo se repita machaconamente hace que nuestro cerebro se empape y que el mensaje ya no llegue con claridad. Lo machacón, por insistente y repetitivo, debería producir rechazo. En cambio nos deberíamos despertar y activar cuando algo nuevo llama nuestra atención, cuando en la foto de la cotidianidad aparece algún elemento diferente, rompedor, extraño. Pero no siempre es así.
Y no me refiero solo a temas como la corrupción, que se ha convertido en rutina. De hecho, para escribir un artículo actual sobre la corrupción habría que redactarlo cada media hora, porque enseguida se quedan obsoletos ante la lluvia torrencial de casos que hay cada día. Mira, acaba de llegarme una alerta al móvil con un nuevo caso.
Me refiero también a la rueda cansina de ir celebrando días de todo durante todo el año. Da igual que sea el día internacional de papa, de mama, del cuñado, de la pereza, de llevar el perro al trabajo, de los amantes de las carreras de caracoles o de los practicantes del yoga beer, que conjuga la práctica milenaria con el placer de beberse una cerveza. Igual el compiyogui de alguna reina se pasó con la cerveza y acabó haciendo algunas cosillas ilegales, ya saben, presuntamente.
Recientemente se ha celebrado Sant Jordi, hablo de su vertiente como día internacional del libro no de la de Festa Nacional de Catalunya, donde el éxito de un escritor se mide en los metros que mide la fila de gente que esperan delante de la caseta de la feria para que les firmen su ejemplar. Y también el día en que a las mujeres se les regala una rosa, símbolo del amor y la pasión, tradición antigua, y a los hombre un libro, tradición que parece que se introdujo mucho más tarde. Dragones y tradiciones aparte, que en el siglo XXI se le sigan regalando rosas a las mujeres y libros a los hombres, belleza y sabiduría, suena añejo. Allá cual con su usos y costumbres pero molaría regalar rosas y libros todo el año sin mirar lo de la vulva y el pene y esas divisiones tan arcaicas que tanto les gusta pasear en autobús a los grupitos como Haztelomirar. Afortunadamente algo se mueve y parece que últimamente las flores y los libros van un poquito en las dos direcciones. Por cierto, queridos lectores, me ha llegado una nueva alerta de corrupción, pondré el móvil en silencio.
Y es que parece que nos va la marcha de meternos en bucles sin fin que nos martillean las neuronas. De otra manera no me explico porque han salido miles de versiones que se hacen virales de la canción de Luis Fonsi «Despacito». Hay parodias dedicadas a Murcia, como no, a Trump, a clubes de fútbol e incluso está la versión católica que cambia los versos más calientes de la original por pasajes de la Biblia, y a la que ha rebautizado como «Resucito», sin comentarios. Mucha gente aburrida con mucho tiempo libre, o todo un tsunami mediático que genera millones de beneficio… vaya, otra vez vibra el móvil, nueva alerta por casos de corrupción.
Lo dicho, vivimos en esa paradoja donde mostramos admiración por las personas que toman riesgos en sus vidas, y que tiene experiencias exóticas, pero al mismo tiempo necesitamos la rutina y la organización para sentirnos seguros. No pasa nada, las contracciones y las dudas nos definen como humanos. Solo pido por favor que nadie me reenvié mas versiones de la maldita cancioncilla y que no me lleguen más… mierda, otra nueva alerta por corrupción, esto es un no parar. Feliz, exótico o rutinario, jueves.
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