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Pues parece que en un concurso mundial de a ver quién la tiene más grande, gana Trump. De calle. Y no porque calce una generosa arma de destrucción masiva entre las piernas, no lo necesita, tan tremendas armas las tiene de verdad. De las que explotan. Bueno, de las que explotan y matan a gente y, sobre todo, a personas. El mundo se está yendo al carajo a una velocidad pasmosa y algunos elementos de la raza humana se están ganando una extinción por derecho propio.

Me preocupa cada vez que veo paralelismos entre la época más oscura y a la vez reciente del planeta y ahora. Estamos repitiendo errores que alguna vez, avergonzados, juramos y perjuramos no volver a cometer. Exterminios, masacres, destrucción, dolor, vergüenza… Me preocupa, insisto, que estos comportamientos sean cíclicos y que la humanidad esté condenada a repetir y revivir horrores cada cierto puñado de años. Y más cuando la tecnología lo ampara de una forma cada vez más clara y preocupante.

Lo que en el pasado resultó fruto de derias personales ahora se está repitiendo. Tarados mentales que lideran sus respectivos países y que muestran un desprecio para con la vida descomunal. De todas las religiones y de todos los colores. Retrasados emocionalmente que se creen con potestad para decidir sobre la existencia de otras personas.

No cabe la menor duda que ante el azote terrorista la tolerancia debe ser cero y la contundencia en la respuesta debe estar, como mínimo, a la altura de la amenaza que combate. Pero lamentablemente matar hace que se mate más. ¿A qué precio?

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Nos queda resignarnos a apoyar al menos malo y esperar que sea una especie de pato feo que se convierte en cisne. Con las plumas manchadas de sangre, pero elegante plumaje al fin y al cabo.

Trump acaba de lanzar un misil conocido como la «Madre de todas las bombas», la peor arma no nuclear lanzada nunca. En una guerra entre dos potencias en las que paradójicamente estamos casi a mitad de camino. Corea del Norte presume de que está preparada para una acción nuclear. El Estado Islámico campa a sus anchas por Europa, África y Asia. En realidad, por donde le da la gana. Milicias militares hacen la vida imposible en conflictos más concretos.

No me extraña que nos empecinemos en buscar vida inteligente en otros planetas cuando aquí, muchas veces, parece que brilla por su ausencia.

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