Principios de abril, vuelo nocturno y coche, previsoramente aparcado en Maó pero fuera del aeropuerto, para ahorrarme el último y doloroso sablazo a la cartera después de una escapada. Un clásico de los que vivimos aquí, llevarnos unos a otros, aunque luego las frecuencias del autobús añadan incertidumbre y riesgo al regreso a casa. Sales de la terminal, especialmente en invierno, con un puntito de angustia en el estómago que se disipa cuando atisbas uno o dos taxis a lo lejos, desde la parada. Pronto ves que puedes sentirte afortunada; se asoman cabezas de viajeros que preguntan cómo llegar a Ferreries «yo vengo lavorare», explica una mujer italiana; un turista solitario quiere llegar a Ciutadella. No hay manera, aunque viajen a Maó, en la estación, pasadas las diez y cuarto de la noche, ya no hay enlace para cruzar la isla en transporte público.
Vía libre
Las cosas pequeñas
11/04/17 0:00
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