«No tenemos sueños baratos» dice un anuncio de la ONCE. Quieren que soñemos con dinero, con tener poder adquisitivo y comprar lo que otros no pueden. Nos prometen que seremos felices cubiertos de oro, aunque el oro pesa demasiado y muchos prefieren billetes o tarjeta de crédito. La lotería es un sueño improbable y azaroso según dicen los matemáticos. Compramos y apostamos más por fe que por el frío cálculo.
¿Quién quiere tener los pies en el suelo, de todas formas, si podemos volar con la imaginación? La realidad es muy dura, a veces. No es tan dúctil ni maleable como las ideas. Lo saben todos los partidos políticos. Siempre será más fácil hablar de ética que llevar una vida honrada. Si una chica es casta, ya no sabemos si se trata de una virtud o un defecto.
El lenguaje tiene ideología y cada ideología su jerga, sus preferencias o sus palabras malditas. Las primarias pueden servir para debatir propuestas o para sacarse los ojos entre compañeros y compañeras. Necesitamos presupuesto, por supuesto. Gasto público. Nos hemos empobrecido de manera general estos años, con riquísimas excepciones. Los pobres sí que tienen sueños baratos. En algunos casos, es lo único que tienen. No queremos ver la pobreza porque nos sacude la conciencia. Nos incomoda e interpela. No hay coraza que valga. Si no combatimos la pobreza, ella nos combatirá a nosotros hasta vencernos. La sociedad es un equilibrio. En la barbarie se cae.