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Recuerdo que una vez mi padre, que tenía por costumbre acostarse temprano, empezó a gemir en sueños de modo tan alarmante que mi madre acudió a despertarle. Él sonrió y explicó que estaba soñando que volaba, y que tenía mucho miedo a caerse. Dicen que en general cuando uno sueña con volar es signo de buenos augurios. Suele asociarse a ideas de libertad, destacar sobre los demás, inspiración y afán de superación.

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Puede significar esfuerzo por encontrar un hueco en la sociedad, quizá un hueco en un puesto de trabajo determinado. En ese sentido yo tenía entendido que si uno vuela plácidamente, sin dificultad alguna, es que encuentra facilidades para prosperar, pero si le cuesta alzar el vuelo y amenaza con rozar el suelo es que nadie se lo está poniendo fácil. Entonces los ángeles, que siempre tuvieron magníficas aptitudes para el vuelo, deben de ponerse a llorar, como quería Walt Whitman cuando escribió: The angels wept tonight (los ángeles lloraron anoche). Lo que no sabía Walt Whitman es que los ángeles lloraban porque los isleños no podemos volar fácilmente. En efecto, el Ejecutivo español vetó no hace mucho en el Congreso la tramitación de la tarifa máxima universal de 30 euros para los vuelos entre islas, alegando incremento de los Presupuestos Generales del Estado, y la Mesa del Congreso lo apoyó y anuló la tramitación y el debate. De modo que si queremos volar tenemos que rascarnos los bolsillos, como nos los rascamos contribuyendo en gran medida a engrosar las arcas del estado, y vamos a estar como mi padre, gimiendo no ya de miedo, sino de puro daño a nuestra economía.

A veces desde Madrid llega a ignorarse que las islas son pedazos de tierra separados por el mar. Nosotros no tenemos otra alternativa para viajar que hacerlo en barco o en avión. Supongo que si fuera así en la península, si hubieran de desplazarse como nosotros, sin poder recurrir a medios de transporte terrestre, otro gallo nos cantara. Los peninsulares dejarían de burlarse de nuestra obligada claustrofobia viajera. Porque lo cierto es que entre Maó y Palma de Mallorca existe una distancia de unos 200 kilómetros, que es la misma que separa Madrid de Salamanca. Me pregunto cuánto costaría el vuelo si para ir de Madrid a Salamanca fuera forzosamente necesario viajar en avión. Y lo mismo para ir a Talavera de la Reina, Manzanares, Cuenca o Sigüenza. Supongo que entonces se establecería la famosa tarifa máxima universal de 30 euros; incluso creo que sería más barata.