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Dicen los que saben del tema que ir madurando es ir conociendo y aceptando nuestros defectos y nuestras virtudes. Saber que se nos da bien y que se nos da mal. Los niños pequeños suelen creerse los más fuertes, o los más listos, hasta que van descubriendo que siempre hay alguien más fuerte, o más listo que tú. Cierto es que algunos se han quedado en la infancia y siguen sin aceptar que por más que griten no son buenos en todo ni de lejos. Son los rabiosos y cansinos profesionales.

Dicen que el último hombre que era un auténtico polímata, que sabía mucho de muchas cosas, fue Leonardo da Vinci. Recordemos que el genial florentino era, cojan aire e intenten leerlo del tirón, pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, artista, botánico, científico, escritor. Filosofo, escultor, inventor, poeta, urbanista, y seguro que hacia los mejores huevos fritos de la época, el último hombre universal. Y todo esto sacado solo de la Wikipedia, imagine de un estudio más concienzudo, se irían los 3.500 caracteres del artículo en enumerar las facetas en las que era bueno Leonardo.

Pero ser bueno en algo, no es un cheque en blanco para poder decir lo que a uno se le ocurra sobre cualquier tema y pretender que los demás callen sin réplica. Vargas Llosa es un gran escritor, con tan solo una de sus novelas «La ciudad y los perros» ya habría pasado por derecho propio a la historia de la literatura. Pero eso no es impedimento para replicarle que sus ideas políticas son más bien desafortunadas. Recientemente el escritor peruano soltó chorradas incendiarias comparando a ETA con Podemos. Hasta Eduardo Medina, víctima del terrorismo, tuvo que responder elegantemente al premio Nobel para que midiera sus palabras. Ya ven, tan gran escritor, y tan torpe en sus análisis políticos.

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Con los deportistas pasa mucho, que alguien juegue bien al fútbol solo significa que es hábil con un balón entre sus pies, nada más. De hecho entrevista tras entrevista se demuestra que muchos deportistas de elite son como Bob Esponja, que es muy bueno haciendo cangreburguers, pero muy corto para todo lo demás. No pasa nada, insisto, ser bueno en muchas cosas es casi imposible. Conocí hace muchos años, en el puerto de Maó, a un italiano que hacía el mejor helado de yogur del mundo, y le decíamos que él había venido al mundo para compartir ese don con el resto de la humanidad, se partía de risa, pero se lo decíamos, como buenos golosos, de corazón. Aunque siempre habrá algún Leonardo contemporáneo.

Y creo que una de ellos es Nacho, porque a sus 50 años se le da bien todo. Es capaz de arreglar un regulador para buceadores, o de hacer una salsa romesco para los calçots siendo de Badajoz. Sabe cuidar un jardín o montarte una fiesta. Es un crack fabricando cerveza y da unos masajes increíbles. Habla varios idiomas y cose las cremalleras como nadie. Siempre está ocupado haciendo cosas, pero siempre le coge el teléfono a un amigo. Todos tendríamos que tener un Nacho en nuestra vida.

Nacho, y Leonardo, son la excepción que confirma la regla. La vida es muy corta para que a todos se nos dé bien todo. Y si fuéramos capaces, queridos lectores, de reconocer nuestros millones de limitaciones, pero al mismo tiempo abandonar la falsa modestia porque todos somos buenos en algo, creo que nos iría mejor. Les confieso que a mí se me da bien comer helado de yogur, ver en la tele a los personajes de «Fondo de Bikini» con mi hijo y conservar la amistad de Nacho. Y con eso me voy apañando. Feliz jueves.