Si el consumo es un instrumento al alcance individual para intentar cambiar cosas, imaginen cuando esa misma operación de compra alcanza cifras con muchos ceros, millonarias, como las que mueven las administraciones. Se convierte en una herramienta poderosa, campo en el que pastan los trepas y corruptos, pero que también puede, si se le da la vuelta, beneficiarnos a todos, a los ciudadanos que mantenemos con nuestros impuestos la maquinaria pública. Eso es lo que pretende la contratación socialmente responsable, un nombre farragoso pero que se traduce en poner condiciones a quienes opten a los contratos para que repercutan en favor de la sociedad, o simplemente se asegure el cumplimiento de derechos recogidos en la ley o se busque un determinado objetivo: ya sea la eficiencia energética, la creación de empleo para un segmento de la población, la no contaminación, o la vigilancia de que se compran productos procedentes de un comercio justo. Las posibilidades son muchas.
Vía libre
Comprar con dinero de todos
28/02/17 0:00
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