Abajo las armas!» es el título del famoso libro de Bertha Von Suttner, por él recibió el premio Nobel de la Paz en 1905. Lo leí cuando tenía unos 11 años, el libro me encantó. Era uno de los libros preferidos de mi madre, primero porque, habiendo vivido la Guerra Civil, estaba totalmente en favor a su mensaje y segundo por la admiración que tenía por la autora, una mujer de carácter fuerte y que estaba adelantada a su época.
Ese grito, ¡Abajo las armas!, sigue siendo actual y cada vez habría que gritar con más fuerza. En la época que fue escrito el libro las guerras eran producto de odios y ambiciones. Estos sentimientos siguen alimentando ahora guerras de todo tipo pero se ha agregado un factor más que las estimula, las ganancias económicas de grandes compañías. La venta de armas es actualmente un gran negocio y las compañías que las producen tienen gran influencia en los sistemas políticos llamados democracias.
En Estados Unidos, las armas no solo están en el ejército, se calcula que la población civil tiene más de 300 millones de armas de fuego con el resultado de que hay más de 30.000 muertes al año por armas de fuego. Los homicidios y suicidios son los sucesos más comunes pero también muertes accidentales y niños involucrados en estos incidentes. Pero lo importante para muchos políticos es que cada año se venden más de un millón de armas y los fabricantes forman un lobby muy fuerte que les apoya en las elecciones a cambio de mantener ese mercado.
Con el nuevo presidente estas cosas empeoran. Trump tiene muy buena relación con el presidente de la National Riffle Association (NRA), el mayor lobby pro armas de fuego en Estados Unidos. Hemos visto al presidente de la NRA sentado al lado de Trump en reuniones en la Casa Blanca.
En la campaña, Trump anunció que iba permitir armas en los colegios y universidades, una cuestión que se viene debatiendo desde hace unos años. Ha habido varias matanzas en colegios y los republicanos sugieren que si todo el mundo llevara armas se controlarían esos locos que causan las matanzas. Según ellos el problema no es demasiadas armas sino todo lo contrario.
La nueva ministra de Educación, Betsy DeVos, una multimillonaria sin idea de lo que es la enseñanza, ha defendido en el Senado el que haya armas en las escuelas «para proteger a los estudiantes de los osos pardos.» Al oírlo no sabes si reír o llorar. Bueno primero ríes, pero cuando te das cuenta que esa persona tiene la responsabilidad por la enseñanza en este país te saltan las lágrimas.
Mientras Trump está causando todo tipo de ruido y arrebata todas las cabeceras de los periódicos, calladamente algunos miembros republicanos del Congreso trabajan en sus agendas. Así vimos el otro día como se cancelaban las normas que había dado Obama para evitar que personas con serias enfermedades mentales pudieran tener permiso de armas. El ser enfermo mental ya no es una limitación.
Cuando uno de los congresistas que patrocinaban la anulación de esta regulación fue preguntado en una entrevista sobre las razones que le motivaban, afirmó: «No se puede discriminar a los minusválidos». Otra respuesta para reír y llorar.
Por tanto con Trump habrá más armas, menos restricciones en dónde se pueden llevar y más facilidades para obtener permisos. Eso si habrá serías restricciones para los musulmanes que quieran entrar en el país. Cuando el terrorismo blanco de dentro del país produce muchísimas más víctimas que haya producido el yihadismo, la restricción es para una mayoría musulmana que nada tiene que ver con el terrorismo.
Pero no solo hay proliferación de armas convencionales, en Tennessee se intenta aprobar una ley que permita a los conductores embestir a manifestantes que corten el paso en carreteras aunque causen heridos. ¡Hay que matar como sea!
¡Abajo las armas! hay que seguir gritando, pero de cuando en cuando necesito escaparme de este mundo, taparme la cara, mirar hacia adentro para no ver ese mundo que nos rodea, poder descansar y coger fuerzas.
Tapándome la cara, mirando hacia adentro para no ver ese mundo que nos rodea.
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