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Cada vez somos más conscientes de nuestro poder como consumidores. No solo para elegir bien los productos que compramos, determinar su origen, saber si tienen la calidad que estamos pagando o si tratan de colarnos virtudes que no tienen. También a la hora de contratar servicios el usuario se ha vuelto más exigente y sobre todo, se queja más cuando se siente engañado. El año pasado las oficinas de Consumo del Govern registraron en Balears 7.264 reclamaciones, 625 fueron en Menorca. Las cifras representaron una subida importante respecto a 2015, mil reclamaciones más en toda la comunidad y 128 de incremento en Menorca.

Como viene siendo habitual telefonía, internet y TDT lideraron el listado de sectores conflictivos, pero acorta distancias el transporte aéreo -nuestra piedra en el zapato-, seguido de electrodomésticos y alquiler de coches. Se prepara además un aluvión de consultas y reclamaciones relacionadas con la banca a raíz de las últimas sentencias contra la cláusula suelo y los gastos hipotecarios.

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A menudo nos sentimos como David contra Goliat cuando como consumidores vemos pisoteados nuestros derechos, especialmente cuando se trata de grandes empresas como las aerolíneas, o cuando nuestra queja se rebota en una cadena interminable de operadores y voces robóticas al otro lado del teléfono. También es frustrante que el esfuerzo de tramitar una reclamación se quede en la estadística, ya que para la indemnización hay que meterse en pleitos que a la mayoría nos superan.

Pero cada grano de arena importa. Si no fuera así no se hubieran atajado prácticas abusivas como la cláusula suelo en las hipotecas. Como consumidores debemos perseverar y denunciar porque si todos nos resignamos, nada cambia.