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«All in all you're just another brick in the wall» cantaban Pink Floyd en «Another brick in the wall», del álbum «The Wall», 1979. Posteriormente, en 1982, se realizó la película del mismo título, que se traduce por «El muro». La canción hace referencia al sistema educativo abusivo desde el punto de vista de los alumnos que conciben las clases como un «control del pensamiento», con profesores que echan mano del sarcasmo para educar a los estudiantes, que acaban gritando que les dejen en paz: «Hey! Teachers! leave them kids alone». Viene a decir: profesores, dejad a los chicos tranquilos porque al fin y al cabo no sois más que otro ladrillo en el muro. Concebido así, el muro, «The Wall», divide a la sociedad en general, impide la comunicación, fortalece el abuso de poder y la desigualdad entre los hombres. Es como si dijera que hay un muro invisible que nos separa a todos, un muro que separa al niño de los mayores, al hombre de la mujer, al jefe del empleado, al político del ciudadano, etc. A veces las leyes, concebidas como códigos bajo los que se rige la sociedad, pueden convertirse en muros invisibles, porque también hay leyes injustas que deberían ser derogadas o revisadas. Otras veces los muros son tan visibles como la Gran Muralla de China, construida en el siglo V antes de Cristo para proteger el imperio chino de los nómadas de Mongolia y Manchuria. O como el llamado Muro de la Vergüenza que separó Berlín este de Berlín oeste entre 1961 y 1989. Ahora dicen que Donald Trump quiere fortalecer el muro fronterizo con Méjico y hacérselo pagar a los mejicanos. También dicen que al intentar quitar el español de la web de la Casa Blanca llevó a cabo un atentado contra la segunda lengua de los Estados Unidos. Desconozco el trato que se da al catalán y a las demás lenguas de nuestro país en la web de la Moncloa.

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Mi madre solía decirme que el pez gordo se come al chico (es peix gros es menja es petit). De donde se infiere que si España es el pez gordo se comerá a Catalunya. Se me ocurre que entre Catalunya y el resto del país ya existe un muro hecho de leyes –a las que se invoca constantemente- y de intereses creados. Es un muro tan invisible como el que nos aprisiona a todos nosotros dentro de la sociedad de consumo, como el que aniquilaba la voluntad de los niños de «The Wall», como el que determina la violencia de género, como el que impide que los emigrantes que huyen de la guerra entren en Europa, como el que evita que nos pongamos de acuerdo.