Trump, Trump, Trump, no se habla de otra cosa, Bárbara Rey y Pantoja aparte. Algunos me dicen que está loco, pero lamentablemente no lo está. Sabe perfectamente lo que dice y lo que hace, ni más ni menos que seguir los postulados del llamado Tea Party esa facción ultra que lleva unos años infectando al histórico partido republicano con la teoría y práctica de la extrema derecha de toda la vida y de todos los lugares, ultranacionalista y xenófoba, esa que resuelve problemas «sin complejos» a base de hormonas y pasándose las convenciones democráticas por el arco del triunfo, la misma que trató de envilecer el mandato de Obama con toda clase de patrañas.
Trump no es el problema sino solo un síntoma de una forma de pensar simple (amigo/ enemigo, blanco/ negro) y tan vieja como la propia humanidad, que lamentablemente gana adeptos día a día, en parte gracias a la regresión cultural generalizada y a unas redes sociales que promueven las tribus acríticas del «me gusta» y el mensaje / tam tam de la selva, mientras crucifican no solo a quienes «no gustan» sino a cualquiera que quiera plasmar un discurso mínimamente articulado. Ojo pues, Trump no está loco, pero su personalidad mesiánico-gamberra le añade gravedad porque además cumple sus promesas (amenazas). Ya es mala pata que el primer político fiel a su programa tenga que ser un tipo como él.
DOMINGO, 29
Hallelujah, hallelujah. Tarde completa en el Akelarre donde me sumerjo en el mundo de los músicos y asisto inquieto (¿y si es un fracaso?) a su azacaneo constante en los preparativos del «Memorial Leonard Cohen», un batiburrillo de pisadas nerviosas, sonidos estereofónicos y voces intentando alcanzar la armonía… Me empieza a gustar eso de oficiar de promotor musical aunque sea por un día.
Mientras los observo, pienso en lo que voy a decir en la presentación, más allá de los consabidos agradecimientos a tanta gente, a ellos, a los músicos, fundamentalmente, y al entusiasta Mikel, el auténtico promotor del evento. Hablaré de mis sentimientos desde la desaparición de quien me había acompañado desde los años setenta en mis tardes en casa y en mis trayectos en coche torturando a mi mujer («¿no tienes algo más animado, darling?»"). Ahora, en Akelarre mientras escucho los ensayos, pienso que solo destacaré dos rasgos del amigo Leonard, el hijo del sastre, como diría luego Jordi Odri, conductor de la velada.
Sí, me referiré a la seducción de las palabras de Cohen, precisas y profundas y a las que les extrae la musicalidad que las convierte en poesía, plasmada en su sencillo y emotivo discurso de aceptación del premio Príncipe de Asturias de las letras en 2011. Hablaré de su dignidad personal, de ese pesimismo lúcido que le convierte en zahorí de momentos luminosos de la vida sin que deje, en su asumida insignificancia humana, de sentir que en un momento u otro traicionamos a los demás o a uno mismo (people call me traitor to my face, la gente me llama traidor a la cara, nos dice precisamente en «The Traitor»). Y su extrema lucidez y serenidad al encarar el tránsito final. I'am ready, my Lord, estoy preparado señor, que nos canta en su último disco, un mes antes de dejarnos, tras haberse despedido de su amada Marianne…
Pero ya son las ocho del fosquet y casi sin darme cuenta estoy hablando en el escenario. Al final, después de un espléndido recital, la piel de gallina se convierte en flojera lagrimal, cuando músicos y público entonamos a capella el inmortal Hallelujah, un alegato de paz que hoy debe ser de resistencia ante tanta sinrazón. Leonard no se ha ido, nunca se irá del todo, y el neo promotor siente que solo le he pagado una pequeña parte de la deuda.
MARTES, 31
Enrabietado por la trumpada del día y las gracietas de algunos articulistas del carajillo party español encantados con el macho alfa de la Casa Blanca, recibo vía whatsapp el señorial discurso de Bill de Blasio, alcalde de Nueva York afirmando educada pero contundentemente que no cumplirá las barrabasadas ejecutivas de Trump y que la ciudad de la Gran Manzana seguirá siendo tierra de acogida. A continuación registro mi firma con el número 4.344.338 en la Carta Mundial a Donald Trump, mientras en mi cabeza vuelve n de que no todo está perdido. La sociedad civil norteamericana y su legendaria prensa libre aún respiran. ¿Resistirán? ¿Les ayudaremos los europeos?
JUEVES, 2
«Europa incluye a Trump entre las mayores amenazas externas» se lee en la prensa. Tomar conciencia del peligro es el primer paso. Luego hay que hacerle frente, lo que puede ser un punto de inflexión en el maltrecho proyecto europeo. Debería.