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Un adolescente de 17 años entró hace unos días en su clase del instituto en Villena, Alicante, armado con un cuchillo e hirió a varios compañeros. Un episodio dramático que se saldó con heridos y que los alumnos de este centro no olvidarán. El agresor es al parecer un estudiante modélico, reservado, algunos amigos aseguran que sufría acoso escolar y que la ansiedad provocó su ataque, aunque otros compañeros no consideran que ponerle motes o meterse con la ropa o el aspecto del chico pueda considerarse bullying. Los especialistas tendrán que determinarlo, la Fiscalía de Menores se ha hecho cargo del caso.

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Las burlas y bromas más o menos crueles en las aulas siempre han existido. En cierto modo todos las hemos padecido y hemos podido infligirlas sin ser conscientes del daño que causaban. Pero no pasaba de ahí, era como un aprendizaje obligatorio, endurecía, y no tenía consecuencias mayores porque normalmente se paraba a tiempo. Últimamente se ha perdido la empatía con el compañero, nadie se pone en el lugar del chico diferente o solitario en los recreos, aquel con quien nadie quiere sentarse o formar grupo para hacer un trabajo, y el bromista se convierte en matón de pupitre; otras veces la víctima puede llegar a convertirse en verdugo. Y la persecución no acaba al salir de clase sino que sigue en las redes, en internet.

El acoso escolar se nos está yendo de las manos. Se viven situaciones preocupantes: niños que pegan auténticas palizas a otros niños e incluso las graban y difunden; chavales que han llegado al suicidio; presión que podría ser el detonante de ataques como el de Villena. Los colegios deben tomar muy en serio este asunto, denunciar y llevarlo ante la justicia sin reparos. Y es hora también de respetar y devolver la autoridad a profesores. Soportar la mala educación y a los abusones no entra en ninguna nómina.