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Ya está aquí, por fin, la noche más mágica y molona de las fiestas. Si han llegado a este momento sin probar el Almax, o el Frenadol, enhorabuena queridos lectores, son ustedes un referente a seguir. Pasado el maratón de comilonas y cuñadismo, regado con mensajes chorras que se hacen virales en las redes sociales, por cierto, este año sin el negro de wasap y su enorme miembro legendario, ha llegado la noche que más me pone de todas las fiestas, la de los Reyes Magos.

Todos tenemos nuestras contradicciones, y una de las mías, de las miles que tengo, es la del cosquilleo de alegría que me producen estos reyes de Oriente a diferencia de otros casados con compi yoguis, cuñado de presuntos corrupto, o hijo de un cazador de elefantes, que me dejan bien frio. Es lo que hay, debo vivir con ello. Mi fantasía se resiste a renunciar a Melchor, Gaspar y Baltasar, y por el contrario no trago al señor obeso vestido de rojo por obra y gracia del refresco más famoso del mundo, ya saben que antes iba de verde. Además me cuadran más unos camellos entrando por el desierto de Almería, que unos renos volando por encima de nuestra Menorca, menudo está el trasporte aéreo como para sobrecargarlo con un trineo volador sin papeles.

Y no sé por qué lo hago, les aseguro que en mi infancia los regalos eran más que austeros, así que de momento nostálgico nada de nada. Sencillamente me dejo llevar por el momento y no le doy más vueltas, que cuando uno se pone pesado con alguna cuestión acaba yendo de cabeza al psicólogo y pagando una pasta para que le diga que la culpa de todo la tiene nuestra madre porque durante el embarazo no tomó suficientes oligoelementos. Y acaban obligándonos a comprar todos los libros de autoayuda del mundo, desde el clásico «El secreto», hasta el reciente, «Ser feliz en Alaska», libros que por otro lado, como ya sabemos todos, a quien ayudan de verdad es a las cuentas corrientes de sus autores. Con respeto, que si alguien mejora su vida proyectando buena onda, allá cada cual con su aurea, su karma y sus chacras.

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El que me tiene preocupado este año, más que los otros que ya es decir, es Baltasar. Ya llevamos un tiempo diciendo que no es fácil cruzar fronteras, y el color de piel de Baltasar no le va a ayudar, es más, es fácil que le pillen y le deporten, o le metan en algún campamento de refugiados con camello y todo. Así que, modestamente, le voy a mandar una recomendación, Balta vente vestido de futbolista y dándole unas pataditas a un balón, así no te miraran como a un inmigrante sospechoso, sino que la gente te gritará por la calle lindezas del tipo: «crack», «maquina, que eres un maquina», o incluso «puto amo». Ponte la camiseta de algún equipo grande y además corearan tu nombre: «Ese Balta, lo, lo, lo…». Ya ves, seguimos básicos y primitivos.

Este año, a diferencia de otros, no os voy a pedir nada material. Además, el colesterol lo tengo a raya y los triglicéridos ya se apañan solos, así que salud de momento hay, como verán no me ha tocado ni un euro a la lotería. Como en el fondo todo se reduce a una cuestión de química, así al menos piensa Walter White, el protagonista de la serie «Breaking Bad», lo que os pido es que la gente pueda cubrir las necesidades más básicas, a saber: comer bien, dormir bien y tener una vida sexual plena.

Seguro que con esas tres necesidades cubiertas se ajustan los niveles de dopamina y serotonina, y habrá menos personas con ganas de liarla parda, como ocurre ahora. Feliz y mágico jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com