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Quedan un par de días para que el 2016 sea historia. Espero, queridos lectores, que lo tengan ya todo preparado para despedir el año. Ya saben, las uvas, la ropa interior de color rojo, la bandeja de polvorones, las botellas de cava, o champán, según las inclinaciones nacionalistas de cada uno. La lista de deseos para el nuevo año que nadie va a cumplir, el cotillón con esas preciosas gafas de cartón con las que es imposible ver nada, el chirriante matasuegras, el confeti que estarás barriendo tres días del salón, y el indispensable Almax para la acidez de estómago. Creo que más o menos con este kit básico pasamos la noche.

Somos previsibles, nos gusta compartir rituales y tradiciones con otros humanos para sentirnos parte del grupo, y porque es más fácil saber lo que tienes que hacer en cada momento, que estar pensando que te apetece hacer en cada momento. Esto es así, no pasa nada, al fin y al cabo somos animales sociales. No debemos fustigarnos más de la cuenta por no ser unos creativos radicales que están siempre rompiendo moldes, eso debe cansar un montón. Además, hay ocasiones en que la vida te sorprende sin más.

Como le pasó a Ceferino en la Nochevieja del 2015. Ceferino era un hombre tradicional que organizó su vida conforme al camino marcado. Ceferino estudió Económicas. Ceferino se casó. Ceferino se hipotecó a 30 años para comprar su pisito. Ceferino tuvo un hijo y una hija, la parejita. Ceferino veranea 15 días al año en Benidorm. Ceferino va cada domingo a comer al mismo restaurante. Ceferino recibe calcetines y corbatas cada cumpleaños, y regala el mismo frasco de colonia a su mujer. Ceferino cena cada Nochevieja el tradicional besugo al horno, pero en la Nochevieja del último año, el besugo se le atragantó y su vida dio un giro radical.

La cena fue algo tensa, las miradas entre sus hijos y su mujer se cruzaban cómplices, pero Ceferino, que no es un gran observador, no notó nada. Cuando sacaron la bandeja de los mantecados, sabían que a Ceferino le encantaban los artesanos de aceite de oliva, unieron fuerzas y como una metralleta hablaron sin parar uno tras otro lo que llevaban toda la semana ensayando.

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«Papa -empezó el hijo- voy a dejar la carrera de Económicas. No me gusta nada. Me voy a vivir a Kathu para ser monitor de surf». A Ceferino se le hizo bola el mantecado en la boca, pero no pudo reaccionar porque su hija inmediatamente le dijo. «Papa tengo novia, nos vamos a vivir juntas el mes que viene, trabaja en un circo, y viviremos en una caravana, estamos pensando en tener un hijo». Ceferino abrió los ojos como platos y miró a su mujer, esperando encontrar algo parecido a una explicación. Su mujer se puso de pie, y apoyada en la mesa para coger fuerzas le dijo: «Cefe, estoy harta de Benidorm, del restaurante de las pelotas, de la mierda de colonia, y hasta del besugo, necesito cambios ya, necesito aire».

El 2016 Ceferino veraneó un mes en Kathu, Tailandia, probó todos los restaurantes de su ciudad, dejó de recibir calcetines y corbatas por su cumpleaños y le regaló a su mujer un fin de semana en un hotel con spa. Ahora está con su familia en una caravana en Montpellier, donde está el circo de su hija, y preparan unas tortillas camperas con unas botellitas de vino para Nochevieja, mientras acunan por turnos a su nieta recién nacida. A lo que Ceferino no ha renunciado es a sus mantecados artesanos de aceite de oliva, sabor de infancia.

Sorpresas te da la vida. Feliz jueves y mejor año.

conderechoareplicamenorca@gmail.com