El bárbaro atentado terrorista ocurrido en el centro de Berlín el pasado lunes acabó con la vida de 12 personas e hirió a otras 48, entre ellas un joven español, bilbaíno, que se encontraba residiendo temporalmente en la capital alemana gracias a una beca Erasmus.
El camión, conducido por un presunto miembro del ISIS, todavía no detenido, arrolló a hombres, mujeres y niños que disfrutaban de uno de los hermosos mercadillos navideños que saben montar en aquél país. Iñaki Ellakuria fue el único español que, en este caso, padeció la sinrazón del terrorismo que destroza las vidas de los asesinados y las de sus familiares sin que nada pueda repararlo.
Ellakuria, que se recupera de una fractura de tibia, peroné, tobillo y cadera, vivirá para contarlo. De hecho, relató la aterradora experiencia del atropello en su cuenta de Twitter.
En esa misma red social el joven vasco había significado con anterioridad su reconocimiento a Arnaldo Otegi, condenado por pertenecer a ETA, el rechazo a la detención de los navarros de Alsasua que apalizaron a dos guardias civiles de paisano, lo que interpretó como una venganza de la Benemérita, o la justificación del uso de las armas en la lucha por el poder, entre otras lindezas.
Abertzale, defensor de la independencia del País Vasco como una opción respetable, es muy posible que haber presenciado y olido la muerte a su alrededor, además de ser otra víctima del terror, contribuya a modificar la perspectiva que tenía hasta ahora en cuanto a la lucha armada o a su admiración por Otegi.
Ellakuria y su familia van a vivir unas fiestas que incorporarán, seguro, un plus de alegría porque valorarán que un metro más a la derecha o a la izquierda habría supuesto un drama irreparable para todos ellos. Es –debe serlo– una lección de vida para su futuro cuando piense que ETA, a la que defiende, dejó sin navidades a 859 personas y a sus respectivas familias para siempre.