Tener miedo es terrorífico, horroroso, espantoso. Por el contrario, es uno de esos sentimientos que te ayudan a recordar que estás vivo aunque puede llegar a ser el peor compañero de viaje.
El miedo racional es infinitamente mejor que aquel que es irracional. Me explico. Si una persona tiene miedo a volar, reconocer cuál es su terror, puede actuar en consideración y evitar el apuro si no toma ningún avión. Si alguien siente pavor ante las arañas puede adecuar su vida hasta el punto de evitar cruzarse en el camino con cualquier arácnido. Si a un individuo le aterroriza nadar en zonas oscuras siempre podrá contentarse con zambullirse en la arena o en una piscina. Esos ejemplos podrán identificar el origen de su miedo, analizarlo y obrar en consecuencia.
El miedo irracional a menudo distorsiona el origen, el motivo, hasta el punto de no saber a qué o a quién le tememos. Se trata de un sentimiento que va más allá de aquello que podemos entender y por lo tanto estamos indefensos ante la posibilidad de cruzarnos con algo que nos desestabilice emocionalmente. Por ejemplo, cuando alguien tiene una filia o una enfermedad va a la deriva desde el momento que siente el pánico hasta el momento que se le diagnostica.
Alguien que padece agorafobia -aborrece los espacios abiertos-, que no lo sabe y se encuentra en mitad de la calle más transitada de la gran ciudad sufre un pánico indescriptible, una sensación de impotencia por no poder hacer nada que transforma su propia existencia en un infierno.
Ese miedo irracional, esa impotencia en no saber qué le ocurría y esa desesperación es la que leí en la entrevista a Gonzalo Castro, el joven que nació niña y desde bien pronto empezó a sentirse niño. El chico habla de sentirse «extraño» hasta que hace medio año le explicaron que era un chico transexual. Entonces todas las piezas cuadraron y esa sensación de miedo se volvió agobio, admite: «Pedía perdón por ser así, sentía que estaba fallando a mi madre».
Cuando la racionalidad abrazó ese miedo y Gonzalo pudo identificar qué le aterraba y actuar en consecuencia, esa oscuridad se volvió luz. Es entonces cuando entre el terror aparecen los héroes, aquellos tan valientes que son capaces de hacer frente al miedo. Gonzalo lo hizo y nos regaló una historia maravillosa y llena de superación. Y un ejemplo de cómo actuar ante el miedo.