Bueno ya pasó todo. Que nervios, que tensión, por dios. Ha sido casi un año entero viviendo encima de las ascuas. Ya no podía más con tanta incertidumbre y tanta inseguridad. Necesitamos orden y concierto. Necesitamos que nos dejen las cosas bien claritas para no tener que estar todo el día pensando, es agotador. Nos va bien que nos pongan un piloto automático y dejarnos llevar, que ya tenemos bastante con lo nuestro. Si acaso en alguna sobremesa, o apoyando el codo en alguna barra de bar, soltamos cuatro obviedades cagándonos en todo lo que se menea y punto. Nos encanta decir aquello de que al menos nos dejen el derecho a la pataleta, mientras regalamos todos los demás derechos sin pestañear. Pero sin profundizar demasiado, que empieza el fútbol y «Sálvame» y no tenemos el cuerpo para más tangos.
Nos mola que alguien nos diga que las opciones son él, ellos, o el caos. Nos tranquilizan las frases huecas, que apelan al sentido común y a la responsabilidad. Y los grandes medios de comunicación contribuyen a que sea así. Por eso llenan páginas, u horas de emisión, con deportes y sucesos, que son un ansiolítico más potente que combinar Orfidal y Lexatin.
Ahora por fin tenemos un gobierno con las cosas claras. Apoyado en dos partidos que les dijeron a sus votantes una cosa y han hecho todo lo contrario, pero eso son matices, que es al fin y al cabo la política, su política, sino el arte de conservar el poder por encima de cualquier principio.
Dice nuestro presi que será un gobierno previsible, y yo le creo. Será previsible cuando después de cada Consejo de Ministros anuncien nuevos recortes, necesarios e inevitables. Será previsible dándole el enésimo hachazo a las pensiones, que es eso de vivir sin trabajar, o introduciendo nuevos repagos sanitarios o educativos, que estamos muy mal acostumbrados. Será previsible cuando se emocionen al hablar de las personas con discapacidad mientras dejan sin un euro la ley de dependencia, pobrecitos, caridad y ya está. Será previsible en romper los discos duros necesarios, o en aforar, indultar, a cualquier amigo que caiga en desgracias por ese pecadito banal al que llaman corrupción, por los amigos lo que haga falta.
Será previsible en la aplicación de su ley mordaza, contra los bocazas, y de su reforma laboral esclavista, contra los trabajadores y sindicalistas trasnochados. Será previsible, e implacable, contra los independentistas, ya se encargará el ministro del Interior, contra los inmigrantes, casi todos terroristas, contra los derecho en igualdad, paridas de las feminazis, contra los disidentes, filoeterras, y contra todo aquel que le lleve la contraria a los buenos hombres de orden, a los españoles de rancio abolengo y patriotismo sin mácula.
Por eso mismo apoyará sin fisuras a todas las empresas del IBEX, incluidas las que operan en paraísos fiscales, que gran invento, o cosen sus trapos con los niños del tercer mundo, que está tan lejos. Ellos son los que les dan curro cuando dejan la política, y nuestro presi es un hombre agradecido.
Solo pido, queridos lectores, que alguien me coloque en la posición de «trendelenburg», tumbado boca arriba y con los pies más altos que mi cabeza, de manera que se facilite, por el efecto de la gravedad, el retorno de un gran volumen de sangre desde el sistema de mi vena cava inferior al corazón. Y de ahí vaya a mi cabeza de nuevo, porque estoy muy falto de oxigeno para escribir estas cosas. Feliz jueves.
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