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Ryanair es la aerolínea de la polémica por excelencia, y a ello ha contribuido, y no poco, su consejero Michael O'Leary. Su nombre a muchos les dirá poco pero algunas de sus perlas son difíciles de olvidar: cobrar más a los obesos o por ir al baño, quitar los cinturones de los aviones, viajar de pie y agarrados a una barra como si fuera el metro, mofarse de los empleados de otra compañía que cierra (cuando quebró Spanair salió con escolta policial de un aeropuerto por calentar los ánimos de los trabajadores que se iban al paro). Todo un personaje pero también una visión de negocio que está marcando el paso en el sector aéreo. Menos mal que entre tanta lindeza la compañía también lanza campañas en las que ofrece precios imbatibles para volar.

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Cuando llegó a Menorca precisamente sus políticas fueron objeto de críticas. Con las compañías de bajo coste será difícil tener un empleo estable, otras compañías se retirarán, vaticinaban los sindicatos. Los usuarios también acumulaban quejas, no solo las lógicas cuando hay retrasos y cancelaciones, sino por no poder embarcar las ensaimadas, por el mal funcionamiento de la página web, porque no contabilizaba bien el descuento de residente...., hasta que se fue.

Dejó la ruta entre Menorca y Barcelona, y a continuación -hay que ver cómo somos-, todo fueron lamentos. Sobre todo cuando Air Europa también se esfumó y Vueling se quedó sola, y gracias. Pero sin competencia no hay mejora ni de precios ni de frecuencias ni de servicio. Así que tres años después aquí estamos, con pastel, arco de agua sobre el primer avión invernal de la compañía irlandesa y con recepción oficial. La noticia lo merece, Ryanair continúa y habrá tres aerolíneas operando la ruta con El Prat. Al excéntrico mister y sus aviones empezamos a apreciarlos cuando los perdimos.