Michael Carrol se convirtió en una celebridad después de ganar en noviembre de 2002 quince millones de euros en la Lotería Nacional británica. Por aquel entonces, Michael tenía diecinueve años, trabajaba de basurero a tiempo parcial, esperaba un hijo de su novia y llevaba un dispositivo electrónico de seguimiento por armar una bronca durante una borrachera. Aquellos millones le enfrentaron a su propio destino. ¿Qué debía hacer a partir de ese momento? El joven creyó que la mejor opción era pasárselo bien. Sexo, alcohol, drogas y juego. Se compró una suntuosa mansión donde organizaba fiestas desenfrenadas con sus amigos. Compraba cantidades ingentes de droga que apenas le duraban cinco días. Hasta tal punto llegó su adicción que, a finales de 2003, Michael se gastaba unos tres mil euros diarios en crack. Al cabo de unos años, había invertido casi medio millón de euros en sustancias estupefacientes. Su vida caminaba a un ritmo frenético gracias al dinero que desdibujaba todos los límites. En el año 2004 se le prohibió conducir durante seis meses después de que la Policía le sorprendiera conduciendo su nuevo BMW de 49.000 libras sin la L y careciendo de seguro. Ese mismo año le robaron en su casa casi doscientos mil euros en joyas de oro. La preocupación le duró poco porque al día siguiente las compró todas de nuevo. Años más tarde, se le ocurrió lanzar con una catapulta bolas de acero desde su furgoneta lo que causó daños en numerosos coches y escaparates. El Tribunal le impuso una condena por comportamiento antisocial de trabajos en beneficio de la comunidad. En 2006 estuvo en prisión durante nueve meses por peleas. Después de once años, aquel joven, que se hacía llamar el Rey de los Macarras, se había gastado toda su fortuna. Su matrimonio se había ido a pique después de flirtear con muchas prostitutas. Había pisado dos veces las prisión. Era hora de empezar de nuevo. Tuvo que emigrar y marcharse a Escocia. Durante una semana vivió en una tienda de campaña en el bosque porque no tenía adónde ir. Empezó a trabajar en una fábrica de empaquetado de galletas y bizcochos por mil libras al mes. «He vivido como una estrella de rock durante un década a cambio de una libra», dijo Michael cuando los medios de comunicación dieron a conocer su historia.
¿Tiene caldereta sin langosta?
¿Quiere ser millonario?
30/10/16 0:00
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