Botswana te gustaría. Y a ti, y a ti también. Y, por supuesto a ti también. Paro, porque creo que somos poquitos los que frecuentamos este coto privado de ideas. Coincidimos en mayor o menor medida en las tonterías que llevo ya más de cinco años diciendo, pero hoy no me cabe duda. Botswana es una joya perdida en mitad de ningún sitio, cerca del corazón de África. Y te gustaría porque es una tierra en parte salvaje, orgullosa, repleta de vida y con muchas posibilidades. Exacto, me recuerda a Menorca.
Mientras nuestra Isla es un ecosistema repleto de caballos, este pequeño país tiene más elefantes que personas. Es normal ir circulando por la carretera y encontrarte con una docena de estos paquidermos cruzando de lado a lado, o compartir con ellos un rato de sombra en mitad de un terreno salvaje. Estos animales, a diferencia de muchos seres humanos, son tremendamente inteligentes y emocionales. También te reconoceré que tienen muy mala leche y no te recomiendo que hagas enfadar un bichejo que pesa unas 6 toneladas y que es capaz de arrollarte en carrera.
El botswano es como un elefante, orgulloso y con carácter. Estos días se encuentran celebrando el 50 aniversario de su independencia y lo festejan luciendo orgullosos su bandera ya sea en las prendas de vestir, en los coches, en las casas o por donde sea. Eso, en parte, me da sana envidia. Ya intentarás, amigo lector, lucir la rojigualda en el balcón de tu casa. Aparecerán un séquito de tontos y tontas tachándote de esto y de aquello como si estuviera prohibido estar orgulloso de tu tierra. Con sus cosas buenas, sus cosas malas y sus cosas muy malas.
Botswana es un país caro que sobrevive, entre otras cosas, pegando unos palos tremendos a los turistas vendiendo safaris y todo lo relacionado con sus animales que campan en libertad sin molestar a nadie ni que los moleste nadie. A excepción de nuestro Juan Carlos, que encontró en este paraíso un escenario ideal para echar una canita al aire –más- y cargarse un elefante.
Lo importante es que ellos saben y son conscientes de lo que viven, cual es su valor añadido, y por ello se encargan de cuidarlo, protegerlo y salvaguardarlo con orgullo. Tienen un producto exclusivo y todos apuestan por ello. Como nosotros… ¿No? Y no hablo de soltar elefantes por el campo.