Transcurridas tres semanas de la tragedia que planeó sobre el epílogo de las fiestas de la Mare de Déu de Gràcia, de Maó, resurge el debate a partir de los graves accidentes ocurridos durante el último jaleo del día 8 y a su conclusión.
El final feliz de aquellos siniestros sufridos por dos chicas jóvenes de la ciudad golpeadas por caballos, además de otros seis heridos, es en todo caso, un punto de partida adecuado para evaluar las causas y aplicar soluciones preventivas que reduzcan las posibilidades de un nuevo atropello en el futuro.
El equipo de gobierno desligó el más grave de los dos accidentes, del acto festivo central de la plaza en una apreciación, cuanto menos, discutible en el ámbito de diversión en el que se encontraba la ciudad. Sin embargo, el día después la alcaldesa, Conxa Juanola, admitió que la próxima junta de seguridad abordaría lo sucedido y posiblemente, la conveniencia de limitar el número de caballos y jinetes en la qualcada, asegurar la preparación de éstos para fortalecer la seguridad de la fiesta, y al mismo tiempo, conseguir ajustarla más y mejor a los horarios establecidos en cada uno de sus actos.
Las manifestaciones de Juanola, que revelaban una lógica aplastante después del tremendo susto, han sido cuestionadas por la oposición en el último pleno celebrado ayer asegurando que incrementaron la tensión y la crispación ante aquellos hechos y resultaron imprudentes (?).
Si entonces el Partido Popular guardó un oportuno silencio evitando la politización de un suceso que pudo acabar en drama irreparable, este reciente ruego a la alcaldesa para que sea más moderada en el futuro, invita a pensar lo contrario. Habría sido, mucho más adecuado, en lugar de cuestionar aquellas declaraciones naturales, plantear propuestas encaminadas a buscar soluciones.