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Nos gastamos un dinero que por lo visto sería más útil para otros menesteres y no esos de mantener un Senado políticamente improductivo. Cuando un partido alcanza el poder se vuelve amnésico perdido, incapaz de recordar cuando se postulaba para ganar unas elecciones, que no paraba de decir que iba a darle al Senado una función acorde con las necesidades reales de la ciudadanía, por ejemplo convertirlo en una cámara que aglutinase el quehacer de las autonomías.

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Sin embargo, una legislatura tras otra, tenemos que ver cómo el Senado es intocable. Es el gato al que ningún partido cuando alcanza el poder, es capaz de ponerle el cascabel. A pesar de sus impresentables prerrogativas como esa, por ejemplo, de nombrar senadores/as a quienes no fueron votados junto a los demás senadores, caso de Rita Barberá de Valencia, Bauzá de Baleares o Rudí de Aragón. Todos ellos perdieron las elecciones y por consiguiente sus cargos. Deberían de haberse ido a casa pero fueron designados por el parlamento de las Illas Balears o por designación autonómica y ahí están de senadores/as. «La bicoca sigue» aunque eso tenga una pobre justificación. Bueno, realmente no tiene justificación ninguna.