¿Ha disfrutado de sus vacaciones? ¿Qué es lo que más le ha gustado? ¿Ha respondido Menorca a sus expectativas? Y..., la pregunta del millón, ¿volverá a elegirla como destino? Este es más o menos el cuestionario al que sometemos a nuestros visitantes en cada operación retorno a sus lugares de origen, cuando aún están en la cola de facturación del aeropuerto, bronceados, felices, con sus ensaimadas, vistiendo atuendos playeros y retornando a sus lugares de origen, a la rentrée laboral cuando aquí aún colea el verano.
La mayoría de las veces lo hacen encantados, con un alto grado de satisfacción, y las calas y el clima son lo que más valoran, aunque en los últimos años se cuela alguna respuesta del tipo «son muy bonitas pero no esperaba que estuvieran tan llenas». Y es que realmente no se debe ofrecer lo que uno no puede cumplir -al menos en lo que agosto se refiere-, y si bien quizás la palabra fraude sea algo fuerte, no es menos cierto que se trata de publicidad engañosa promocionar fotos de Macarella vacía y luego tener que esperar de pie -así ha sucedido este año-, a que alguien deje su hueco en la arena para poner tu toalla. Igual que si te venden zumo de naranja a precio del natural y recién exprimido y resulta que es 'de polvos' y que para tomártelo te has levantado a las siete de la mañana estando de vacaciones.
Hoy tenemos además noticia de una consecuencia grave de esa saturación, y es la primera agresión física que se produce a una controladora de los accesos a playas vírgenes tras advertir del lleno total en los parkings a unos visitantes. Hay que sentarse a pensar qué hacer, no solo para preservar el espacio natural, sino también para evitar nuevas situaciones de tensión y para que la promoción y el producto que se vende en los mercados turísticos coincidan.