La propuesta, aceptada por unanimidad (¡unanimidad!) en el Congreso. La edad –y la próstata de los diputados- había contribuido al milagro. Tras una reforma constitucional ultra rápida, se había dado finalmente con la solución. ¡Por fin la nación contaría con un gobierno y se evitarían las trigésimo primeras elecciones! Y es que la Cámara Baja no estaba para bromas. Sus señorías –envejecidas- ofrecían un espectáculo lúgubre y desolador… «¿Cuándo comenzó esto?» –le preguntaba un diputado a otro-. «Allá por el 2016, creo recordar» –le contestaba el interpelado-. Las cosas habían, ciertamente, cambiado. Así, la podemita Carolina Bescansa ya no sostenía en brazos a su hijo en el escaño, sino que era el hijo quien hacía lo propio con su madre. Algunos representantes del pueblo llevaban pañales (por lo de la incontinencia) y, los más afortunados, bastón. Tardà se había quedado calvo (y eso -¡natural!- le restaba algo de ferocidad) y otro tanto le había ocurrido a Pablo, el macho omega de los círculos y mareas varias. Pedro pronunciaba el «no» con esmero por temor a que se le cayera su dentadura postiza. Albert no sabía a ciencia cierta dónde estaba (aunque esto, por otra parte, no constituía novedad alguna). Y Mariano, aun en funciones, se desplazaba de su asiento a la tribuna con caminador.
Contigo mismo
Se suprime el sorteo de Navidad
13/09/16 0:00
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