Ciutadella no es el Bronx, como apuntan comentarios tendenciosos en las redes sociales, por más que los sucesos se repitan, especialmente, durante la época estival y se vean reflejados en los medios de comunicación gracias, en parte, a la plausible transparencia que emana de la Policía Local.
El aumento de la población que tiene su reflejo en las zonas de ocio -la de Es Pla, por ejemplo, es la mayor de la Isla-, se suma a la delincuencia habitual de la ciudad, probablemente más alta que en otros rincones de la Isla, relacionada en muchos casos con el trapicheo de drogas, lo que deriva en un caldo de cultivo propicio para que se den incidentes con frecuencia. Así ha sucedido en las últimas semanas de agosto, de mayor presión demográfica en la ciudad.
Es el resultado de la diversión con desenfreno mal gestionado a cargo de adolescentes y jóvenes, de dudosa educación, y el consumo excesivo de alcohol y otras sustancias que se expanden durante el verano en la Isla. La razón de los sucesos que aglutinan violencia, preocupación y molestias a los vecinos se halla, en gran medida, en la falta de dotación policial para dar cobertura a un término municipal preñado de urbanizaciones. Ese incremento de población se refleja en más accidentes de tráfico y toda clase de incidentes que precisan la actuación de las fuerzas policiales.
Con unos 40 efectivos locales hábiles donde hace unos años había 70, es inevitable que se reduzcan a su mínima expresión las opciones de efectuar tareas preventivas que alerten a la juventud en estado de sobreexcitación o embriaguez, o bien de intervención inmediata cuando saltan las alarmas si los agentes están atendiendo otras urgencias. No tienen el don de la ubicuidad, que se sepa.
La falta de policías es un problema generalizado en Balears. Los ayuntamientos, y el de Ciutadella en concreto, deberían elevar su presión para aplicar soluciones con urgencia y evitar desgracias mayores.