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Se imaginan una Venezia sin niños. Yo no. Hay un lugar en Menorca, peculiar, donde existe una casa que casi la rodea por completo el agua salada y a la que llaman Casa Venecia. Un lugar donde hemos paseado, enamorado, reflexionado, nadado, jugado, fantaseado de cómo sería si fuera nuestra la estancia; o cuando fue del multimillonario Richard Branson, dónde dormiría o cocinaría. La imaginación la ha convertido ahora en un lugar de copas para todos los menorquines y así poder disfrutar de la belleza del paisaje.

Despistada varios días de las noticias locales, le sorprendía a mi pareja con un comentario inocente, «¡qué bien estaría que la Casa Venecia fuera un lugar para tomarse algo!», para disfrute de los menorquines. Y por supuesto estuviera abierto todo el año, para ver embelesado la puesta de sol, o el ir y venir de barcos. ¡Equilicuá!, dicho y hecho. Parece que se cumplió mi sueño en un abrir y cerrar de boca. «¡Pongámonos bonitos, que allá vamos!». Mi pareja y mis dos hijos de 2 años y 4 meses.

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Con la misma ilusión que cuando entramos a un Parador Nacional, -luego entenderá esta comparación- nos acercamos el domingo sobre las 20 horas . Había gente adulta, un bebé en un maxi-cosi, un niño de unos 3 o 4 años dormido en el regazo de su padre. Entró a la hora otro niño de unos 5 o 6 años con su madre para ver la exposición fotográfica en el piso de arriba. Nos encantó la rehabilitación, muy mediterránea. Muy sutil y de detalle, pues puedes ver el mar en el interior del local a la vista de tus pies. Y con unos amigos residentes de la Isla comentábamos que hacía falta un sitio así, bonito y respetando el medio ambiente. Hasta que habló la camarera tras un incidente.

A mi hija se le desparramó un poco de tierra de una mini maceta de decoración de las mesas. Como le podía haber pasado a usted, con una cierta edad. Nos ofrecimos a barrer cuando la camarera de sombrero nos dijo «no es local para niños». ¡Perdona!, estamos consumiendo una carta superior a un Parador Nacional, una cerveza a 6 euros, o un cocktel a 15 euros y, me está diciendo ahora cuando toca pagar las bebidas que «¡no es local para niños!». Mi hija coincidiendo con otra niña, un poco más mayor, se sentaron educadamente en un sofá único, en esos momentos estaba sin ocupar, y sin alzar la voz miraban una revista cuando las quitaron de ahí sin acomodar a nadie. Con esos feos gestos y modales «quién es el maleducado» me pregunto. Mis hijos a todas partes van conmigo, les estoy educando, y como persona y madre me apetece alternar y como es normal no iré a las 23 horas. Espero volver y que el trato sea otro, más profesional.

@supervanfamily