TW

Este verano está siendo cruento en cuanto a ataques terroristas en Europa. El último con arma blanca, a machetazos contra dos policías en Bélgica; el que aún permanece en nuestras retinas el de Niza, y no por ese cansino reproche de que hay muertos de distintas categorías, sino porque ese paseo marítimo podría estar en Palma, Maó o Barcelona, y esa guerra que nos parecía lejana está ya entre nosotros.

En esas estamos, entre la prevención, la alerta y el miedo, cuando a unas monitoras alemanas de Platja d'Aro se les ocurrió hacer el numerito del flashmob, esa representación callejera en la que una multitud se mueve a la vez, solo que no bailaban una coreografía de Shakira sino que empezaron a correr y gritar, seguro que de manera ininteligible pero algunos escucharon «bom, bom».

Noticias relacionadas

La mayoría no lo asoció a nada divertido, sino a lo que se ajusta más a nuestra realidad hoy día, a un ataque terrorista, y se dio la estampida humana. Puede parecer exagerado, o ridículo, pero hay que ponerse en la situación de quienes estaban esa noche cenando tranquilos y, en cuestión de segundos, se les vinieron a la mente las imágenes de los tiroteados en las terrazas de Paris. Y soltaron sus pertenencias, cogieron a sus niños pequeños y huyeron sin saber a dónde, oyendo tiros en los fuegos artificiales de la localidad vecina de S'Agaró.

En 1938 Orson Welles logró con una emisión radiofónica hacer creer a los oyentes que había una invasión alienígena en «La guerra de los mundos» y cualquier pacífico cofrade de nuestra Semana Santa podría ser tomado por un miembro del Ku Klux Klan en Missouri. Las cosas hay que ponerlas en contexto, algo que no controló la agencia que dejó a sus monitoras ir por libre y que ahora se enfrenta a demandas por los daños causados. Y es que ¿por qué tenemos que pagar todos por su aburrimiento y su ignorancia?