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El inicio de la 31 Jornada Mundial de la Juventud, que reúne en Cracovia (Polonia) a más de un millón de jóvenes católicos de 167 países, ha coincidido con el primer ataque directo del terrorismo yihadista a la Iglesia en Europa con el asesinato del sacerdote jubilado Jacques Hamel, de 86 años, en la iglesia de Saint Etienne du Rouvray, una pequeña parroquia de Rouen.

La guerra contra Europa, contra los valores democráticos de la libertad, la tolerancia, la pluralidad de ideas y religiones, que ha declarado el yihadismo, registra un salto cualitativo en la amenaza del miedo mediante ataques indiscriminados de una estrategia criminal basada en el terror.

¿Cuál ha sido la reacción de la Iglesia? A través del portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, el Papa Francisco ha expresado su «dolor y horror» por el asesinato y ha manifestado la «condena absoluta a toda forma de odio». Al mismo tiempo elude referirse a la religión de los asesinos y su radicalismo yihadista. En cambio, pide evitar un conflicto de religiones. El Papa no se deja llevar por el clima de miedo en el corazón de Europa que provoca una grave sensación de inseguridad e impunidad, y busca la ruptura de las confianzas y los consensos.

En noviembre de 2015, cuando el Estado Islámico amenazó con izar su bandera en la plaza de San Pedro, anunció que «conquistaremos Roma, quebraremos sus cruces y esclavizaremos a sus mujeres con el permiso de Alá». El papa Bergoglio, sereno, respondió: «nada de puertas blindadas en la Iglesia, nada, todo abierto».

Como señaló este miércoles 27 Pablo Ordaz, desde Roma, «este Papa sigue empeñado en fomentar el diálogo, incluso sobre la sangre derramada». Una actitud evangélica que exige mantener la unidad para actuar con eficacia y contundencia contra lo que ya no es una amenaza, sino un ataque contra los derechos y las libertades, como la libertad de conciencia.