Fue hace años en Madrid, donde permanecí dos meses realizando oposiciones, cuando me di cuenta de que a los isleños nos condiciona la visión del mar. Un día me fui a visitar el Pardo, que además del palacio desde donde gobernaba Franco es un pueblo la mar de pintoresco. Me asomé a la llanura y gocé de la panorámica de la meseta castellana, recordando las palabras de Unamuno y otros escritores del 98 que recurrían entre bromas y veras al dicho: «¡Ancha es Castilla!». Castilla era tan ancha que no se veía el fin de la planicie. A lo lejos, el cielo se confundía con la tierra en una franja azulada, y yo me dije que aquello debía de ser el mar. No lo era, claro está; el mar estaba mucho más lejos. Aquella noche me fui a un cabaret y salieron unas cuantas mocitas con sombreros a rayas vistosas y poca ropa más a cantar que la mar está fresquíbiri y da mucho gustíbiri. Entonces volví a pensar que no sabemos apreciar lo que tenemos hasta que lo perdemos.
Les coses senzilles
La mar está fresquíbiri
25/07/16 0:00
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