Així mateix
Cuando la Ley protege al infractor
Mis amigos Abraham y Ruth, un matrimonio de médicos con el que tengo muy buena relación, decidieron cerrar su piso para pasar unos días de vacaciones en Salamanca para admirar la arquitectura románico mudéjar de sus iglesias o la casa de las Conchas que edificó en el siglo XVI Rodrigo Arias de Maldonado, o el colegio de Calatrava, construido en 1717 por Joaquín de Churriguera, que en su día perteneció a la orden de Calatrava, o la monumental Plaza Mayor, quizá la más grande de España. Paseando sobre el puente romano que cruza el río Tormes, decidieron visitar las catedrales, cuando recibieron una llamada que les malbarató la jornada, las vacaciones y, como ustedes verán más adelante, toda una serie de inconvenientes amargándoles la vida. La llamada era de un vecino que hacía tres días que observaba sorprendido cómo una pareja con un niño pequeño entraba y salía de su casa. Con las mismas, y tras cancelar su compromiso con el hotel, regresaron preocupadísimos a su vivienda habitual, donde, con verdadero estupor, observaron que les habían cambiado la cerradura, por lo que no hubo forma de entrar. Después de poner la correspondiente denuncia, la propia policía les informaba que al parecer, una pareja de okupas con su hijo pequeño, había ocupado su piso. Y allí empezó un calvario que ha tardado más de un año en resolverse. Al final, las costas procesales han superado los 3.500 euros, a lo que hay que añadir los desperfectos ocasionados que han superado los 7.000. Aparte, el alquiler del piso donde tuvieron que irse a vivir, 7.500 euros. Total 18.000 euros entre pitos y flautas. Y en esa contabilidad no entra el estrés, el nerviosismo, la impotencia y la incomprensión que les ocasionó esta situación. Tampoco se añaden a esos gastos el monto de la ropa que hubo que tirar por el asco que les suponía que aquellas gentes la hubieran manoseado, como pasó con copas, vasos y cubiertos, usados cuando no rotos. A todo esto, la pareja de médicos, paradojas de la vida, tuvo que demostrar que el piso era suyo. Y digo yo… ¿no habría sido más justo que hubieran sido los okupas los que hubieran tenido que demostrar su propiedad, previa citación judicial al día siguiente de invadir la casa?
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