¿Para que sirven las encuestas electorales? Con todo el respeto para los sociólogos, pero me acosté el pasado día 23 pensando que iba a ganar la permanencia en la Unión Europea de los británicos, porque así lo decían los sondeos, y me levanté con las bolsas en caída libre y con el brexit consumado. A juzgar por el nuevo movimiento del bregret (otro juego de palabras, esta vez entre brexit y el lamento por el voto emitido o regret), los propios ingleses se creyeron las encuestas y pensaron que su vecino del quinto votaría quedarse, y que no pasaba nada si metían su voto de castigo en la urna. Error. Todos pensaron lo mismo.
Aquí el famoso sorpasso de Unidos Podemos al PSOE se ha quedado en tortazo que ni ellos mismos se explican y que ha hecho que los socialistas, a pesar del mal resultado histórico, respiren aliviados, porque llevaban meses con la palabreja resonando en periódicos y tertulias, acongojados, y fallaron tanto las predicciones que hasta Garzón e Iglesias soñaron que adelantaban al PP.
Las encuestas insistían e insistían incluso en la jornada electoral, ofreciendo unos primeros resultados que no cuadraban con lo que se estaba cociendo en las urnas. Ahora achacan el patinazo a la abstención y a que un millón de simpatizantes de Podemos no acudió a votar. Me suena muy raro, porque precisamente la izquierda se moviliza bastante rápido y bien.
Claro que es fácil preguntar qué partido o candidato es el favorito, y luego muy complicado saber si el elector en cuestión preferirá irse a la playa o tirarse en el sofá. De cualquier modo fallos así dan pie a pensar que las encuestas, más que intentar vaticinar resultados, juegan a provocarlos. Y las que se realizan a pie de urna, hoy día que los resultados se saben rápido y con exactitud, se las pueden ahorrar. Porque está claro que si algo nos gusta es jugar, mentir, despistar y ocultar el voto.