26/06/16 0:00
Cuando los niños empiezan a hablar inician un aprendizaje casi infinito, imitando a los mayores. Es un error y una pena ponerle límite de edad y no seguir aprendiendo. Porque aunque pragmáticamente lo usemos para unas cuantas cosas básicas, las posibilidades del lenguaje son inagotables. Los humanos no tenemos más remedio que procurar entendernos, coordinar significados, llegar a acuerdos. Para pelearse sobran las palabras. Para amarse, nos faltan. Aprendimos a hablar para ayudarnos y afrontar juntos problemas terribles. Fue en nuestra lucha por sobrevivir cuando descubrimos que la palabra podía ser un arma de construcción masiva.