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Uno de los mejores profesores que he tenido fue el Sr. Cardona Mercadal, profesor de Ciencias Naturales en el Instituto de Mahón. El era el tipo de profesor que no pretendía pasar simplemente información, que de todas formas siempre puedes encontrar en un libro, sino que te hacía pensar, te enseñaba a pensar.

Recuerdo una de sus clases en quinto de bachillerato en la que hablaba sobre la reproducción de las aves. Nos explicaba que la cáscara del huevo servía de protección al embrión de los elementos externos, pero que luego había dos membranas internas el alantoides y el amnios para proteger al embrión de la cáscara. La cáscara tiene que ser dura para protección externa, entonces hacía falta esta doble protección para proteger al frágil embrión.

Entonces comentó: «¿Quién nos protege a nosotros de nuestros protectores?» No se extendió mucho en este punto, eran los años de la dictadura y este era un tema de difícil discusión, pero nos dio a entender lo suficiente sobre la necesidad en un sistema democrático de estructuras a diferentes niveles de protección al ciudadano.

La naturaleza en su proceso de evolución ha aprendido mucho para garantizar la supervivencia de las especies. Este caso no es el único en que se pueden crear analogías entre como opera la naturaleza y como deberían operar las estructuras sociales. Para mi fue una lección que he recordado desde aquellos años.

La pregunta que se hacía el Sr. Cardona Mercadal se vuelve relevante periódicamente, en particular en EE.UU. y en estos días está en boca de muchos. La razón es el numero de personas muertas por causa de acción policial que aumenta de año en año. Un problema es que no hay cifras oficiales sobre estas muertes. El gobierno no tiene los datos. Ha sido «The Guardian» que empezó a recoger estadísticas y mantener la cuenta de estos incidentes.

Un ejemplo del problema es que en 2015 se superó las 1.000 muertes en noviembre de ese año. Este año el 8 de junio ya se ha llegado a las 500 víctimas. Una distribución por estados se puede ver en la gráfica adjunta, Estas son unas cifras alarmantes y que llevan a calificar el problema de muy serio. Además, el porcentaje de muertes de ciudadanos desarmados es relativamente alto. El año pasado era un 32% en el caso de ciudadanos de raza negra comparado con un 15% en el caso de blancos. Esto también revela lo peligroso que es ser negro en EE.UU. en cuanto encuentros con policía.

Es evidente que la policía se enfrenta con situaciones muy difíciles y en un país en que las armas son muy abundantes eso agrava la situación. Hay que aceptar que se cometerán errores y hay que evitar acusaciones falsas sobre maltrato policial. Pero cuando se llega a esos niveles de incidentes hay que tratar de entender lo que pasa.

El año pasado el director de la FBI James Comey declaraba que era ridículo y embarazoso que el «Guardian» y una agencia del «Washington Post» tuvieran mejores datos sobre estos incidentes que el Gobierno Federal.

Existe en todos los gobiernos y a todos los niveles un deseo de proteger el buen nombre de las instituciones, por eso se tiende a encubrir errores y faltas de los que las representan. Eso es un grave error que a la larga tiene el efecto contrario al que se pretende. Cada vez hay más llamadas a la transparencia en estos asuntos que afectan a la acción policial y evitar que los errores y faltas de unos enturbien el buen nombre de todos los miembros de la institución.

En España se ha visto últimamente algún caso de este estilo, nada parecido al nivel y estadísticas de EE.UU., pero es el momento de evitar que se comentan los errores que han llevado a la situación de aquel país. Justicia y transparencia son las claves en este asunto.