Pericles fue elegido estratego en 431 aC y se convirtió en «el primer ciudadano» de Atenas. Esos clásicos inventores de la democracia tienen el mérito de optar por otro sistema al de las oligarquías y defenderlo a pesar de los perjuicios que podía causarles. Entre otros, el ostracismo por decisión de la asamblea. El poder de los estrategos y arcontes se acababa si no servían bien a los atenienses.
Somos herederos de esa democracia clásica y se han conservado muchos de sus valores y perdidos otros. La oratoria, por ejemplo, se mantiene, aunque se deforma por la simplificación mediática y el exceso de escenografía.
A Pablo Iglesias se le atribuye ese don, el de conectar con la gente a través de la palabra. Se le puede reconocer también otro don el de la estrategia. Primero, al mostrar públicamente su ambición. Presentando el objetivo, ganar las elecciones, la gente puede creerlo posible. Ha laminado el papel del PSOE de forma progresiva, paso a paso, hasta llegar a pretender ser el adalid de la «nueva» socialdemocracia. Y ahora, al situar al PP como su principal rival.
Mariano Rajoy, el impasible, es también un estratego eficaz. Al traspasar al PSOE la responsabilidad de buscar salidas al laberinto, no solo no se ha desgastado sino que se carga de razones. Ahora ignora a los socialistas para intentar que los votantes elijan entre él y Pablo Iglesias. Al polarizar la campaña, apartan de la carrera por la victoria al PSOE y a Ciudadanos, los dos únicos partidos capaces de pactar.
Al final, si se cumplen los pronósticos, un PSOE derrotado volverá a tener en sus manos la decisión de quién gobierna, Podemos o el PP.
Las estrategias deberían pretender formar gobierno, y no dedicarse solo a jugar una partida de «Juego de tronos». Una película que ya sabemos como acaba.