Parece lógico y recomendable empezar a construir una casa por una buena cimentación y por unas infraestructuras básicas que nos eviten problemas futuros. Las instalaciones de suministro energético, las conexiones teléfonicas, y desde luego las canalizaciones para el abastecimiento de agua y evacuación de residuos. Sí, porque detrás del gesto de descargar la cisterna del retrete, vaciar el lavabo o el fregadero hay algo más, no solo son las palomas y los perritos con amos maleducados los que defecan, los humanos ensuciamos más, pero el agua corriente y el ambientador del baño nos permiten olvidarlo fácilmente.
Algo que a priori no es discutible, lo de la recogida de aguas fecales, porque es fundamental, vuelve a estar sobre el tapete político y tiene unas serias implicaciones económicas, ya que afecta a un sector muy castigado por la crisis, la construcción. Me refiero al debate en el Govern sobre la moratoria del alcantarillado, es decir, dejar exentos de esta obligación a los proyectos en urbanizaciones y seguir funcionando con fosas o pozos ciegos.
De nuevo nos hallamos ante un ejemplo de que la propia Administración no cumple sus normas -tampoco las europeas-, que obligan a contar con una red de saneamiento para dar licencias en urbanizaciones. Y como el plazo para arreglar el problema acaba el 23 de junio, pues se da otro; ya saben hecha la ley, hecha la trampa.
Es normal que constructores y ayuntamientos estén muy preocupados, porque no levantamos cabeza, económicamente hablando, y adaptar los núcleos sin alcantarillado cuesta mucho dinero y si no se dan licencias, tampoco éste entra, ni se genera negocio. Pero no se puede seguir aplazando el cumplimiento de la norma, hacer la bola cada vez más grande y luego construir potabilizadoras de agua.