Explica el editor Pere A. Serra que, en el transcurso de una amena y fascinante conversación sobre temas gastronómicos con Josep Pla, en el Mas Pla de Llofriu (Palafrugell), el autor de «El que hem menjat» y «El quadern gris» afirmó que al queso de Menorca le faltaba una cualidad para ser el mejor del mundo.
-¿Y cuál es esta carencia?.- inquirió con interés el periodista y empresario mallorquín.
-Pues que debería ser un queso francés.- respondió, certero y sagaz, el genio ampurdanés.
También escribió Pla que si el queso menorquín fuera francés, difícilmente podríamos degustarlo con tanta frecuencia porque sería mucho más caro. Con estas dos afirmaciones, resumió gráficamente el gran problema, desde hace años, de este magnífico producto que elabora Menorca. La tradición, el oficio y los secretos transmitidos durante generaciones han dado fama a los quesos menorquines.
Producimos un queso excepcional, afinado en sus distintas fases de maduración, pero no sabemos venderlo. Lo que venía a decir Josep Pla a Pere A. Serra consiste en que no hemos dado el prestigio y el valor que se merecen los quesos semicurados y curados de Menorca.
Hallamos elogiosas y sorprendentes referencias históricas, sobre la ganadería y los quesos de la Isla, en documentos griegos, cartagineses, romanos, árabes y de la Corona de Aragón.
Hace pocos días, el artesano curado de Subaida -finca donde late el corazón de varias generaciones de la familia Montañés- ha sido premiado como el mejor queso de España en Madrid. En este certamen nacional, los semicurados de Son Vives de Ciutadella e Hijos de F. Quintana de Alaior han quedado clasificados en primer y tercer puesto.
No renunciamos a la menorquinidad de nuestros quesos, que no deben ser franceses para comercializarse mucho mejor.
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