Papeles y lumbreras

Bobo o no, lo que tengo claro es que, por ejemplo, si quiero correr una maratón lo último que tengo que hacer es pegarme un tiro en el pie. Sería contraproducente. O ponerme a hacer malabarismos con cuchillos si le tengo algo de apego a mis orejas. Obvio, ¿no? Entonces, si vivimos del turismo, ¿para qué nos empeñamos en ir ensuciando la Isla? Ya sé que tú no ensucias, que cuando vas por Camí de Cavalls recoges toda tu basura con temor por miedo a que venga el Hombre del saco, Jack el Destripador o peor aún, alguien del GOB.

Las últimas veces que he salido a correr por el fantástico sendero que tenemos me ha extrañado la cantidad de envoltorios y plásticos que me he ido encontrando y que estoy convencido de que no han aparecido allí por arte de magia. Al principio me cabrea, y más cuando me paro a recogerlos y sigo haciendo deporte con los bolsillos llenos de mierda que no me corresponde. Luego, resignado, me pregunto en qué puñetas piensa la gente que deja tras de si un asqueroso rastro de porquería.

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Me lo comentaba un lector que llevaba meses pidiéndome que hablara de esta lacra que, de un modo u otro, nos afecta a todos. Él, como nos pasa a más de uno, está cansado de encontrarse basura y me pregunta si es que en el fondo somos tan tontos que no nos damos cuenta que vivimos de que Menorca esté limpia y de que muestre su mejor imagen.

A mí me gustaría darle una respuesta que le satisficiera pero no soy lo suficientemente listo. Me consuelo –porque no tengo más remedio- pensando que si dieran un premio al más tonto afortunadamente no estaría entre los finalistas. Aunque preferiría ganarlo y que nadie ensuciara nuestra Isla.

dgelabertpetrus@gmail.com