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Muchas veces racionalizamos lo que ya hemos decidido emocionalmente. La consciencia es la punta de un iceberg que flota a la deriva en un océano no siempre pacífico ni fácilmente navegable. Las macrolibrerías de las macrociudades me producen una mezcla de alegría y ansiedad. Visité una en Barcelona y volví a sentirme cazador, ignorante, explorador...es verdad que muchos libros son un desperdicio de papel, efímeras y vanidosas elucubraciones destinadas a caer en el olvido, pero les sigo teniendo respeto como símbolo y plasmación del pensamiento libre y la imaginación compartida. Han hecho posible nuestra civilización. Hoy está todo tan comercializado que lo malo se vende como churros y lo bueno queda sepultado cual aguja entre toneladas de paja. La especialización hace que perdamos visión de conjunto y la pobreza cultural que tengamos una visión limitada. El peor ignorante es el que se cree en posesión de la verdad y va dando lecciones a diestro y siniestro. Es siniestro estar rodeado de fanáticos que aspiran a imponernos su punto de vista.

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Cogí un libro (de entre miles) y al hojearlo me encontré con esta cita de la poetisa y activista estadounidense, Muriel Rukeyser: «El universo está hecho de historias, no de átomos». Puede que todo sea un cúmulo de casualidades y necesidades, entremezcladas sin ningún sentido oculto ni intencionalidad demostrable, pero a mí esa frase leída al azar, me sentó de maravilla.