Tenemos, como ya advertía el día 21-D de 2015, un Parlamento ingobernable y no tanto por la aritmética política sino por la incapacidad más que manifiesta de armonizar desde un solo objetivo común las diferentes formas de enfocar el trabajo político que el ciudadano encomienda a la fragmentada clase política. Con años de antelación dejé en las páginas de este periódico una advertencia a los políticos diciéndoles que la forma de ejercer la política que se traían, les llevaba irremisiblemente contra el despeñadero. Bueno, pues ya están en él. Ahora vienen los lamentos. De momento, no han sido capaces de formar un gobierno desde el mes de diciembre del año pasado y tengo dudas que lo consigan antes de que se cumpla en inexorable plazo que lleva en junio a una cita electoral. Y aquí no se puede culpar al ciudadano que acudió a la cita y votó. Mientras tanto, los problemas que nos aquejan no son menores. Cataluña sigue en su empeño con algo menos de la mitad de su población enfocando su futuro hacia la independencia. Una aventura de la que nadie con dos dedos de frente puede pronosticar los resultados. Muchos se creen, oyéndoles hablar, que al otro lado de la barda atan los perros con longanizas. Muchos se auto engañan con esa letanía interesada de que «España ens roba».
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De aquellos polvos, estos lodos
18/03/16 0:00
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