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A veces oigo por ahí esta expresión: «se puede decir más alto, pero no más claro». Podría compararse a esta otra: «no hay peor sordo que el que no quiere oír». Y sin embargo me he fijado en que mucha gente de estas tierras, cuando habla con un extranjero, se pone a gritar como si el pobre diablo fuera sordo.

Otra cosa que hacen es hablarle en castellano. Gritar y gritar en castellano. Y sin embargo el extranjero ni es sordo ni entiende castellano.

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Y aún se produce otro fenómeno curioso. La gente habla al interlocutor de otro idioma como si fuera Tarzán, yo no hablar inglés. Es decir que al extranjero que nos ha caído en suerte además de suponerle sordo y con nociones de castellano, le adjudicamos una ineptitud total para la gramática. Y sin embargo el pobrecito inglés o lo que sea se queda tan pancho, porque de todos modos no entiende, y debe de estar pensando a qué país de duros de oído y de tergiversadores de lenguas ha ido a parar. Claro que la culpa también es suya, por no haberse preparado mínimamente para darse a entender, y seguramente por no saber siquiera que en estas islas se hablan por lo menos dos idiomas. Creo que a esto en la Biblia le llamaban Torre de Babel. Pero en la Biblia tienen historietas para todo. Lo que pasa es que la humanidad ha desarrollado a lo largo de los siglos muchas maneras de hablar y pocas de estudiar la lengua de los demás, lo cual suele ser además bastante difícil.

Hay casos flagrantes de desconocimiento de lenguas, como el de los políticos que se ven abocados a relaciones internacionales sin saber apenas más que la lengua propia. La imagen de un político perorando en el parlamento europeo a grito pelado y con infinitivos como Tarzán me resulta de lo más pintoresca. Por cierto, ¿se han fijado en que los americanos, cuando hablan entre ellos en un país extranjero, usando su peculiarísimo inglés, hablan también a voz en cuello? Debe de ser por la seguridad que da sentirse dueños del mundo. Un catalán o un gallego probablemente no lo harían. Una vez conocí a un político que les hablaba en menorquín –en la variante menorquina del catalán- a los americanos. Ellos se presentaban, hello, how are you? Fine weather today! Hablaban alto y eran todo sonrisas. Daban por supuesto que todo el mundo les entendía. Y el político, que no entendía ni papa, decía, por ejemplo: molt bo, es fortmatge de Menorca, que ja l'heu provat? Los americanos acababan yéndose discretamente con la música a otra parte.