Hola, soy Bea. ¿ Me puedes pasar con la condesa, por favor?
- No le va a gustar que la molesten. Está leyendo.
- Catalina, que la sobrina soy yo...
- Avisada estás.
La criada le lleva el fijo a la condesa. La señora, aposentada en el salón pequeño, está tomando su copita de anís y lee el «ABC».
- De todos modos, serán malas noticias. Pásamela.
- ¡Hola, tía! Supongo recibiste mis felicitaciones de fin de año. Te las reitero.
- ¡Gracias!
-Sigo en Mahón hasta el sábado y espero contar con tu coche, no tendré el mío hasta la semana próxima.
- Ya empezamos...
- Sigue, sigue ¡Tiíta, por Dios! No olvides que soy tu heredera, y que solo el predio Los Pago, de Porreres, ya vale un potosí. Eres la viuda alegre.
- Para el predio, podrás esperar un poco. Digo...
- Sí, antes tengo otra buena noticia ¿Estás preparada? En Ciutadella, cuando las Navidades, tu madre me informó del futuro evento, pero me prohibió que te lo dijera. Y su marido, o sea mi padre, ya sabes que es del Opus, así que silencio. Los únicos cachondos de la familia Salinas somos tú y yo: Beatriz y Leonor. ¡Aleluya!
- Y si fuera varón y futuro Salinas, podría ser obispo, obispo de Menorca, por ejemplo.
- Esta vez, al menos, se sabe quién es el padre, ¿no?
-Sí. Te ahorrarás los dos mil euros del anterior aborto. Se llamará Eduardo, como tu difunto marido.
- O caixer senyor, si fuera varón, como en tiempos pasados.
- Omnia vincit amor...